Aquí estoy como el Nano, esperando que la estrella inspiradora baje, se pose en mi cabeza y libere las musas, pero no vienen, culpa de los verdes e impactantes ojos de la profesora del taller que no me dejan pensar en otra cosa. Miro la ventana y no pasa ni el vecino rascándose la cabeza ni la niña en bicicleta.

La hoja vuelve a estar en blanco, el lápiz pegando una y otra vez sobre la mesa y la goma eliminando de nuevo el primer renglón. Nada puedo hacer, las musas cerraron por vacaciones.

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