Quizá estaba predestinado conocerte esa tarde, al pasar por delante del Taller de Escritura, la causalidad fue que perdiese el autobús, y me dispusiera a recorrer esos pocos kilómetros a pie.
Estabas allí plantado en la puerta, esperando ¿quién sabe qué? la causa se me escapaba.
Te miré, y recibiste mi mirada, atrayente, sinuosa, advertiste el color verde de mis ojos e incluso recorriste una a una las pecas que colmaban mis mejillas, como docenas de constelaciones repoblando mi rostro…
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