Fue una sorpresa !. No nos advirtió que llegaría el día de la despedida. Pero atendió al llamado de sus pasos y, al llegar al límite, vimos en sus ojos, lágrimas de alegría que contrastaban con las nuestras. Giró su cabeza, mostró sus manos, ellas limpias, como siempre. Las unió en un aplauso y tal como llegó un día, en franco vuelo acudió al llamado de nuevos corazones literarios.

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