Asomo la cabeza al jardín. Sí, era la noche. Me adentro a la parte más recóndita de éste, entre el camino que marcan el hibiscus rosado y el pachypodium lamerei que me dan un beso al pasar, un roce de escalofrío con sus rocíos tardíos. Me adentro más y más y me siento atrapado entre los lirios y el musgo, como un saltamontes atrapado por las circunstancias a quien nadie le importa.

De pronto… estaba allí… pasiva y serena… la sombra. Como siempre traté de adivinar su forma y quedo en vilo.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS