Pedro sufría en la soledad de su celda. Un arrebato y el alcohol lo habían hundido en la desgracia.
Esa tarde vendría gente de una Fundación a dar un Taller de Escritura a la cárcel. Era una oportunidad de hablar con otros.
Al final se decidió y fue. Una joven mujer perfumada los recibía. Había calidez en su voz. Se dejó llevar. Hizo sus intentos. Y salieron poemas muy profundos, que transmitían emociones fuertes.
Pidió su vieja guitarra y les puso música. Las canciones fluían de su boca.
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