Magnolia mira su cuaderno rojo. Ve sus versos en azul marino, su cursiva pintoresca. Ve flechas y tachones. Ve sinalefas, metáforas e hipérboles. Ve sílabas danzando en rígida medida. Ve letras engendrando mundos, ve palabras siendo nubes, árboles y sombras. Ve las mañanas de sábado en la biblioteca de su barrio. Ve las sugerencias de Sofía y las correcciones de Manuel. Ve, a su madre, dibujar callada los ademanes de los ciegos frente al ventanal inmenso de un zaguán vacío, y comienza a recitar.

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