Me encuentro sólo a las 1 de la mañana en el sofá de tres cuerpos marrón y suave, que costó una fortuna, pero que no pago porque fue un “regalo” de mi suegra quien, por supuesto, cuida más que yo, aunque mi mujer me vuelve loco cuando lo mancho o me siento de golpe en él. A veces creo que ama más al sofá que a mí. En fin, estoy aquí después de que mi bella sirena volviera con sus amigas (quienes son como las palomas, piden comida, te cagan el hombro y se largan a volar) de una borrachera intensa

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