Hice un taller de escritura. No tuve granja en África.
J. D, tutor, corregía puntuación y letras que mi dislexia desordena. Al cabo fueron sugerencias: Sinónimos o metáforas. Alimentó mi ego con el halago. Sutil la alteración relevante. El escribía. Yo al dictado. Me enamoró su labia y retórica. Entregué las llaves de mi corazón a un desconocido.
Ceremonia final, presencial: J. D me condecoró. Esa voz, sonrisa ancha, el gesto, traje, cuidada barba, no eran del corazón que me había conquistado.
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