Leyendo los clásicos se me hacía complejo el uso del recurso poético en la escritura y poder argumentar sin aniquilar la forma; asistía al taller, luego me sentaba con amigos con olor a café y un vaho a cigarrillo y ron mientras la sociedad me exigía un arquetipo como buscador y curador de enfermedades.
Cada semana cumplí mi cita sabatina con Santiago y Jorge para comprender la alquimia de la cumbia en la cadera de nuestras mujeres, su danza y secretos de dominio a quienes nos soñábamos poetas.
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