Buscaba con su rústica herramienta la misma chispa de la creación. Se debatía entre la huidiza musa arrogante y la compasiva derrota.

Artista de garabatos a la vera de sus historias, marca un hito azul en la blanquecina hoja y luego con un twirling de bolígrafo, esconde el tiempo perdido.

En un taller de escritura con mil letras desordenadas en una hoja vacía, no le faltaba nada, excepto unas palabras. Pero atrapó la inspiración esquiva, derramando quinientas gotas de tinta, al final de su Obra.

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