Franz se despierta como cada mañana presuroso, movido por su inagotable entusiasmo de enseñar, se alista y toma su maletín de cuero bajo la sombra de cientos de libros que le susurran historias que conoce de memoria, historias que quiere contar a sus alumnos.

En el recinto, solo se escucha el sonido de sus pasos acercándose al aula, donde lo reciben sillas vacías y su viejo escritorio.

Nadie asistió ese día, ni el anterior, ni nunca, mañana repetirá todo de nuevo, su pasión lo obliga.

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