Siempre me enamoré de una Sibila Vane. La hermosura asociada al talento y la pobreza, desgarran mi corazón.
Así, cuando su dulce voz me dió la bienvenida desde la silla de ruedas, entré al humilde departamento con una gran conmoción.
Mayor fue mi asombro cuando propuso hacer un relato sobre piernas femeninas.
No supe qué escribir y, por pudor intelectual, dejé de ir al taller.
Buena impostora para mal escritor.
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