El joven jugaba con un gusano. Lo encontró y lo guardó en un hueco de la roca. El bicho estaba allí a sus anchas comiendo lo que le daban.

Dejaba surcos al moverse y emitía una luz verdosa. Eso encantaba al homínido que respetó su vida pese a su jugosa apariencia.

Habló Adán:

El adulto le miró con desprecio mientras le lanzaba fuera de la gruta rugiendo y gesticulando.

El joven cayó con el gusano por el terraplén. Se hirió en una rodilla. Brotó sangre espesa.

Estaba aprendiendo…







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