-Sepa usted que hasta las mismas hadas se equivocan,- susurró el médico a Gepeto, que lucía una descomunal nariz.
-¿Y entonces doctor?
-Sólo se me ocurre- dijo el galeno- vendársela como al señor… ¿José Grillo?
– Sí-, admitió con la cabeza Pepito.
-Y a su pez -prosiguió mientras le vendaba-, cómprele una pecera más amplia. En cuanto a su gato…
De pronto, ZAS, los vendajes reventaron. Pinocho decía enojado:
-¡Es un error!, de puro Polietilenterftalato he sido, jamás fui de pino, joder.
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