Aquella tarde llovía a torrentes y no parecía escampar.
Primero caían solo letras. Después palabras, unidas frases, y algunas con verbo eran oraciones.
Entonces arreció y fueron párrafos, que aliados formaban páginas. Las que se revelaban, dándoles la espalda creaban hojas.
Así, dieron vida a los capítulos.
Buscando una misión se integraron en un libro, y por último, eligieron una portada.
Adquirieron así un sentido y nunca olvidaron su origen ni su destino final: El Taller de Escritura.
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