Siempre que podía evitaba el asiento de copiloto. Me gustaba más la parte trasera, mirar por la ventana y escuchar las historias de los otros pasajeros.

Solo una vez estuve de copiloto, y me recordó el diván de un psicólogo. La conductora me estuvo interrogando sobre mi vida, que habilidad tenía para preguntar. A lo mejor, si hubiésemos estado solos, hasta me habría gustado la experiencia, pero sentía como los de atrás, hacían lo que yo en otras ocasiones, escuchar sin participar, en definitiva, cotillear. A mi me encantaba hacerlo, pero no llevaba bien lo contrario.

Llegué puntual al lugar de encuentro. Era verano y la noche había sido tórrida, apenas había dormido, estaba agotado.

El único lugar con sombra era la parada del bus a unos metros. Me senté, apoyando mi espalda. No era muy cómodo, pero noté como mi cuerpo lo agradecía con una gran exhalación.

-Roberto, soy Andrés, el conductor. Los demás ya están en el coche.

Como un marinero siguiendo el canto de una sirena, fui detrás de Andrés. Nunca me había fijado en los hombres de esa manera, pero ahí estaba la sensación. No podía obviarla, ni quería negarla. Inquieto me subí de copiloto, esta vez, sin expectativas negativas. Quería saber de él, as­í que no paré de hacerle preguntas. A diferencia de mi experiencia, Andrés se sentía cómodo ante el interrogatorio, y sus respuestas no hicieron más que acercarme más él. Ya tenía edad para saber que eso que estaba experimentando era atracción sexual y el hecho de que fuera del sexo contrario al que siempre me había arrimado, no me creaba ningún rechazo. Creí notar también atracción por él hacía mí, así que estaba decidido, tras el trayecto, le preguntaría si le apetecería tomar algo. Cerré los ojos emocionado y entonces noté el zarandeo, y mi nombre, el zarandeo, y mi nombre, hasta que abrí los ojos. Aún estaba en la parada del bus y había una chica delante mía.

-Roberto, soy Julia, la conductora. Los demás ya están en el coche.

Ligeramente irritado la seguí­ al coche, ¡Puff! Encima de copiloto

La conversación estaba siendo anodina, hasta mi observación.

-Llevo un rato pensando qué me suena mucho tu cara.

-Bueno, si haces mucho este trayecto, es posible que hayas coincidido con mi hermano Andrés.

-¿Andrés? Interesante, pues no, es mi primera vez, pero un pálpito me dice que repetiré.

Y sonrí­e.

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