Sucedió en un coche

Sucedió en un coche

Consuelo

13/10/2024

Como cada día, emprendíamos el regreso a casa, los cuatro juntos. Las conversaciones habituales se mezclaban con discusiones ocasionales, gritos y quejas por las largas distancias que recorríamos a diario, desde el hogar hasta el trabajo y de regreso. Eran casi dos horas compartidas, una rutina que se repetía inmutable, hasta que aquella noche se rompió de manera abrupta.

Una tormenta se desató con una intensidad sobrecogedora, transformando el cielo en un espectáculo que parecía sacado de una epopeya mitológica. Truenos y relámpagos se enfrentaban como si fueran contendientes en una batalla, mientras el viento, desbocado, se deslizaba con furia. Era como si Poseidón y Zeus estuvieran librando una disputa por el trono celestial, y los cuatro vientos, aburridos en su quietud del Olimpo, hubieran descendido a la tierra para jugar con los mortales.

Las calles se convirtieron en ríos, los árboles se inclinaban en caóticas reverencias, y nosotros, indefensos ante el caos, tratábamos de llegar a nuestro destino. A nuestro alrededor, los vehículos quedaban varados, inmóviles bajo la presión del viento, mientras los carteles publicitarios volaban sin rumbo fijo, como hojas de papel arrojadas al aire sin control.

La oscuridad pronto cubrió todo, apenas rota por los relámpagos que iluminaban ferozmente la ciudad, creando una atmósfera de miedo. Los truenos parecían hacer vibrar la tierra, mientras el silbido del viento azotaba sin cesar, creando un escenario imposible de imaginar .

En medio de esta tempestad, nuestros ojos se posaron en un automóvil estacionado bajo un enorme cartel publicitario. En su interior, una familia buscaba refugio, igual que nosotros. Pero en cuestión de segundos, el cartel, arrastrado por la fuerza implacable del viento, se desplomó con estruendo sobre el vehículo, destruyéndolo por completo y, con él, las vidas de quienes allí se resguardaban. El dolor, la impotencia y el horror se apoderaron de nosotros. No había nada que pudiéramos hacer. La naturaleza, brutal y despiadada, nos había dejado sin luz, incomunicados y paralizados ante semejante tragedia.

Poco después, llegaron los bomberos voluntarios que, fortuitamente, pasaban por allí. Se apresuraron a socorrer, pero fue en vano. La familia entera había perdido la vida, incluyendo un pequeño bebé en gestación.

Aquella noche, marcada por la lucha de titanes, el horror y la tristeza, jamás se borrará de nuestra memoria. Todos lloramos. La tragedia de esa familia quedó plasmada en las noticias, y en nuestras mentes lo frágiles que somos ante la naturaleza.

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