EL COMPAÑERO IDEAL EN UN VIAJE COMPARTIDO

EL COMPAÑERO IDEAL EN UN VIAJE COMPARTIDO

Seudónimo Mola

24/09/2024

Para ir a mi trabajo en Madrid, suelo compartir coche a través de BlaBlaCar. Es una forma de ahorrar cuando el salario no alcanza. Conduzco un Toyota Yaris rojo, pequeño pero eficiente. Normalmente soy puntual y me esfuerzo por ser amable con los pasajeros que llevo.

Un día subieron al coche dos viajeros. El primero era un hombre de unos cuarenta años, alto y delgado. A su lado, una mujer bajita y algo rellenita. Se sentaron juntos en los asientos traseros. Apenas arranqué el coche, la mujer empezó a hablarle al hombre con un tono tan alto que casi me aturde.

—Tú, como eres nuevo en la empresa… no hagas caso a Roberto. Es un bromista, y no para hasta que te hace una novatada —decía casi a gritos.

El hombre murmuraba algo que no logré entender, mientras miraba de reojo por la ventana.

—¿Me estás oyendo? ¡Llevo un año trabajando allí y espero que me renueven el contrato! —insistió ella, subiendo aún más el volumen.

Noté por el retrovisor cómo el hombre hacía un leve gesto de incomodidad, moviéndose en su asiento.

—Sí… sí… te oigo —respondió él.

La mujer no aflojaba.

—Mira, en esa empresa nadie molesta a nadie, excepto Roberto, que siempre está con sus bromas. ¿Me entiendes lo que te digo?

—Sí, claro que te entiendo —contestó él, elevando la voz, pero ya se notaba irritado.

La mujer, sin percibir el estado de ánimo del hombre, siguió voceando.

—¡Pero tú no me oyes bien, ¿verdad?! —exclamó.

El hombre, que ya no podía más, explotó:

—¡Sí, coño! ¡Que no estoy sordo, joder!

Dentro del coche quedó un tenso silencio por un segundo.

—¡Pues Roberto me dijo que eres un poco sordo y que te hablara alto para que me entendieras! —respondió la mujer, sorprendida y claramente ofendida.

El hombre, incrédulo, giró la cabeza y la miró con brusquedad.

—¡¿Qué?! ¡Yo no soy sordo! —gritó.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? ¡Joder! —protestó la mujer, ahora indignada, como si él tuviera la culpa.

El hombre, desesperado, replicó con voz fuerte:

—¡Porque Roberto me dijo que tú tenías un tornillo flojo y que era mejor seguirte la corriente para no liarla!

Me mordí el labio para no estallar en carcajadas. Miré de reojo por el retrovisor y vi la expresión de sorpresa en ambos rostros.

En ese momento, decidí que quería a Roberto como compañero en mi próximo viaje.

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