Te recuerdo en una canción, la misma que nos unió dentro de aquella sala oscura, con luces de colores y aquel grupo que tanto nos gustaba. La misma que nos ha ido construyendo y evolucionando, la misma que hemos cantado tantas veces, y ahora parece que es nuestra. El amor, en una canción.

A ti, abuela, siempre llegaré a través del olor del después de comer, el de entrar en tu casa, el olor de tu baño y de tu piel. Es algo tan característico que jamás volveré a oler algo igual, como jamás podré conocer a una persona tan maravillosa como tu. El amor, en un olor. 

Escuchar vuestra voces debajo de mi balcón siempre ha significado que algo bueno iba a llegar. Una charla con ellas, mis amigas, en el parque. Alguna tragedia griega que solucionaríamos en cuestión de segundos o cualquier plan, en el que os escuche hablar a mí siempre me parecerá maravilloso. El amor, en vuestras voces. 

Tocar tu pelo marrón en cualquier momento del día, que apoyes tu cabeza en mis piernas, o que cuando entras en la cama vayas moviendo tus papitas hasta tocarme y así dormir mejor hace que tocarte sea una experiencia extrasensorial. Te acaricio cuando tienes sueño y me ladras. Y cuando estoy tecleando estas palabras vienes y quieres que te acaricie. Eres tan raro como yo. El amor, con tan solo tocarte. 

Al final del día miro al cielo, no sé bien que hay allí, detrás de esa luna gigante y esas estrellas parpadeantes, pero me quedo minutos, quieta, imaginando que si llego hasta vosotras seréis gigantes, pero ahora desde tan lejos sois tan pequeñas que podría cogeros con tan solo una mano. Me dais tranquilidad, serenidad y equilibráis mi interior con tan solo veros. El amor, a un vistazo. 

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