Un soldado muerto por el crudo trabajo, busca descanso. Entre ratas y mercaderes ,encontré un espacio. Montado en una jardinera encendí un tabaco. En este barrio habitan dioses creadores de mundos con mujeres no de barro. Hombres hablantes de un lenguaje extraño, sus cuerdas no vocales, sus labios son sus manos. La palabra se canta con boleros latinoamericanos.

Olor a tierra húmeda y el sabor de un aire frío terminada la lluvia, traen a mí, versos nunca antes dichos. Oculto en el calor de una sombrilla saco mi cuaderno y besos viejos. Cada losa de aquella calle, me daba un nombre y un verbo.

Secreto de este rincón del mundo es detener el tiempo en un extraño sueño. Escucho lápices y pinceles, cervezas y aves. Carros pasando a lo lejos, parece escucharse el mar. Una brisa tropical con vestido de invierno, buen lugar para ver a la muerte, besar una amante y llorar con melancolía.

El diablo muere por venir a tocar su violín, junto al maestro de barba plateada. Sus manos cansadas están llenas de vida, sus ropas rasgadas no le quitan su alegría. Vidas ficticias en recuadros me hablan y me cuento su historia. Me enamoro junta ellos, sufro sus tormentos y vivos su sueños. Veo una realidad con ojos que no son míos, me siento joven, me siento viejo, me siento perro, me siento florero.

Posiblemente, este lugar no exista y yo sin darme cuenta esté no vivo. Quizá, todo esto lo esté mintiendo. Tal vez, sea sólo una ilusión fantasma. Me da lo mismo si es verdad o es mentira. Yo me quedo

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