La cacería

Era una noche húmeda y calurosa de diciembre, el año comenzaba a llegar a su fin. Para mi había sido un año más, sin penas ni glorias. Un año más sin logros destacados, un año más que no me interesaba despedir, ni darle la bienvenida al nuevo año prospero. La gente suele alborotarse mucho para dichas fechas; no es algo que me moleste, pero en lo personal nunca llegare a comprender dicho alboroto. Tal vez sea una persona carente de emociones. El punto es que el calor agobiaba, estar en el balcón de mi mono ambiente no calmaba la humedad ni el calor. Decidí darme una ducha, luego volví al balcón, encendí un cigarrillo, observe las calles de la pequeña ciudad a la que encontré particularmente vacía. Dicha observación no me perturbó, solo me causo curiosidad. Decidí bajar a las calles a dar una vuelta, no quería seguir en aquel departamento sintiendo una extraña sensación de encierro.

En las calles no corría una gota de aire, aun así podía percibirse la estática que terminaría desatando la tormenta. Camine aletargadamente, sin prisas, no tenía lugar donde ir, más que el retorno a mi departamento. La noche se prestaba para beber una cerveza bien fría, por lo que me dispuse a buscar algún bar abierto para realizar mi cometido. Di algunas vueltas como si en verdad no supiera que bar estaría abierto, era algo que lo tenía en claro. Solo camine para sentir más el calor en mi cuerpo y poder llegar a dicho bar y que se representara en mí como una especie de oasis en medio del desierto, que eran aquellas calles vacías. Salude a Gaspar (el dueño del bar); me acode en el mostrador y di el primer sorbo a la cerveza, el primer trago siempre es el que más se disfruta. Solo había tres o cuatro personas en dicho bar, incluyéndome. La humedad del clima caluroso me calaba en los huesos, en cualquier momento la tormenta se desataría, yo regresaría a mi casa bajo aquel aguacero, no era algo que me preocupara.

Termine de beber mi cerveza, pensé en pedir otra pero con rapidez desistí de la idea. Salí del bar, aun no llovía, pero el cielo ya se encontraba completamente encapotado. Comencé a caminar hacia la esquina con dirección a mi departamento, unos metros antes de llegar a ella una mujer cruzo corriendo a toda velocidad, me detuve unos segundos, la escena me llamo altamente la atención. Guiado por un impulso desvié mi camino y marche en dirección a la que la mujer se había dirigido. No se cual era mi intención, no se si quería encontrar a aquella mujer. El viento comenzó a soplar trayendo los primeros rastros de la pronta lluvia. Las calles seguían desiertas, un automóvil pasó junto a mí a toda velocidad, frenando bruscamente en la esquina. Dos hombres se bajaron de el y se dirigieron a mí. Me preguntaron si no había visto a una chica pasar, me describieron como era, pero yo no había tenido la oportunidad de ver los detalles en aquella mujer. Instantáneamente dije que no, que no había visto a nadie pasar por esas calles. Se retiraron, aquella escena me perturbó, ahora si sentía la necesidad de encontrar a aquella mujer. ¿Pero dónde podía encontrarla?, solo me quedaba caminar, ¿pero hacia a dónde? Solo tenía tres opciones, y resultaban demasiadas. Podía seguir derecho o, virar hacia la izquierda o derecha de la calle. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, como el auto había doblado a la izquierda, decidí seguir mi camino en línea recta.

El viento soplaba con más fuerzas, pero la lluvia aun no se volvía copiosa. Comprendí que cada vez me alejaba más de mi casa por aquellas calles solitarias, donde en el imaginario mental solo podía ocurrir lo peor. De pronto la mujer aparece de la nada y se posa frente a mí, solo a unos cuantos metros, su rostro estaba tapado por su cabello. Atine a decirle “hola” mientras me dirigía hacia ella con cautela. Se mantuvo estática, estando más cerca pude notar que la mujer no era más que una joven que no pasaba los veinte años. Traía las ropas sucias, acerqué mi mano lentamente hacia su rostro, descubriendo el mismo que ocultaba su cabello. Su cara estaba golpeada, levantó la vista y me observo directo a los ojos. “me están casando», me dijo, desde ya que no comprendí, pero indudablemente los sujetos del auto la estaban persiguiendo. “ven conmigo le dije”, y comencé a arrastrarla hacia mi casa. En la siguiente esquina el auto nos interseco, ella gritó y comenzó a correr. No pudo escapar, alguien me golpeó en la nuca y caí al piso, mi mirada era borrosa, el cielo estallo en un inmenso relámpago y el aguacero comenzó a caer ferozmente. Me incorpore como pude, la chica fue golpeada sobre el asfalto y arrastrada hacia las inmediaciones del auto. Quise defender a la chica pero no supe cómo, uno de los sujetos me dijo que me quedara tranquilo, que me encontraba a salvo, señalando a la chica. Como si en verdad me estuvieran salvando de ella. La lluvia era cada vez más torrencial, el agua en mi rostro no me dejaba distinguir casi nada. Uno de los sujetos, de los cuales eran tres, preguntó qué hacían con la chica. Otro respondió que ya no había más que hacer, arrastrándola hasta el desagüe que estaba anegado por el agua, puso su rostro sobre el, pisando su cabeza hasta que la chica se ahogó. Se subieron al auto, uno de los sujetos me pregunto si precisaba que me alcanzaran a algún sitio, que la lluvia era terrible. Al no responderle me dijo “no te preocupes, ahora el mundo está un poco mejor”. Se fueron, me acerqué a la chica, la levante como pude, comencé a llorar, mientras arrastraba su cadáver en dirección a mi pequeño departamento, del cual nunca tendría que haber salido aquella noche de diciembre.

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