Absurdamente desperdicias tu vida,

ahogas los intentos de tu conciencia,

invocas a la muerte con tu mirada,

apagas las sonrisas ajenas y…

y ya no me escuchas.

Te veo dormir todo el día,

con el brillo de la pantalla sobre el rostro,

con los párpados inflados de sueños,

con la decencia indiscutiblemente destruida y…

y ya no me miras.

Inútilmente te gritaría perdón,

¿ Por qué?

Porque crees que me debes el mundo,

por pensar que todo lo puedes cambiar,

por hacerte creer invencible…

Hoy te miro derrotado, angustiado, 

confundido , harto y…

y ya no puedo consolarte, ya no puedo dar más,

ya no sé de qué manera despedirme,

ya no…

En nuestra impactante separación sin decir adiós,

en estas palabras pronunciadas en tus sueños,

en el pasado que habitas y en la oscuridad que respiro,

entre los dos mundos, entre los dos senderos,

ya no me nacen formas de decir adiós…

Entonces despertarás sin seguir decepcionándote,

sin malos hábitos nocturnos, sin desidia y sin pereza,

con la única intención de vivir lo que nos faltó,

con la magia de nuestros mejores momentos,

con aquella felicidad que tanto extraño.

                                                                                                        Ricardo Forestale

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