Cuando no fuimos a España

Cuando no fuimos a España

Desde el marco de mi ventana veo a lo lejos en el apático horizonte a unos niños corrompidos por el sexo, sé que están viendo pornografía en sus celulares, se les nota en sus caras ruborizadas. Allá vienen dos niñas caminando con sus tacones de aguja, tienen los labios pintados de rojo. ¿En qué momento se había jodido mi barrio?

Soy como todos y como nadie, de los que nacen acompañados y de los que se mueren solos. Ya estoy viejo y nada ni nadie puede detenerlo aunque quisiera, me voy a morir sin antes haber conocido el mar, que tristeza la mía.

Hace mucho tiempo se acabaron las notas en el refrigerador de esas que me recordaban que tenía que apagar los frijoles cuando hirvieran o los gritos a las 8 de la mañana para ir a tirar la basura. Mi Helena ya murió y este barrio vio como salía en un féretro gris, me aferraba a cargarla con las pocas fuerzas que me quedaban de mi semblante para ir a enterrarla al cementerio, jamás había llorado tanto, ni nunca volvería a hacerlo en adelante.

Me queda mi pajarito que canta por las noches, parece que extraña las manos de mi Helena porque al momento de acercarle algunas semillas de girasol me picotea las manos, el pobre se va a morir de la tristeza igual que yo. Estamos flacos, derrotados, viejos y amargados.

Ayer vino mi vecina y me contó que su hijo estaba a punto de graduarse de contador, estaba muy contenta por el éxito de su hijo. Me dio gusto que por fin algo decente saliera de este barrio polvoriento y decadente, que por fin un joven saliera vestido de traje con corbata y no de una cualquiera o de un borracho.

Los niños dejaron de jugar afuera de mi casa, dejaron de golpear mi puerta con sus balones parchados, los niños han dejado de gritar de felicidad, dejaron de salir en sus bicicletas a dar la vuelta, dejaron de tocar puertas y salir corriendo. Mi pajarito ya veía venir semejante desgracia que iba a desolar a este callejón, dejo de cantar por las noches, dejo de vivir.

Me ha tocado ver en la gran ciudad personas resbalarse o torcerse un tobillo por ir pegados con su celular en la cara, ya nadie te mira a los ojos. Parece que soy un fantasma entre un montón de estatuas que camina sobre un panteón lleno de tumbas entre mensajes sin importancia y jueguitos de celular.

Hoy llego a mi puerta un aviso, mi casa de España estaba a punto de ser demolida, según esto para construir una «Mall» Me ofrecían 100,000 dólares y las gracias. Para ser sinceros esa casa nunca me gusto, y aunque suene extraño me gustaba más estar en este barrio escuchando balazos por las noches y escuchar las botellas de tequila romperse a que estar en esa casa polvorienta y aburrida sin mi Helena.

Me duele moverme por las noches y de un día para el otro me empezó a llamar la atención tejer bufandas y chambritas, ya estoy viejo. Antes me gustaban mucho los filetes argentinos de “La covacha por vos”: jugosos, término medio con su puré de papa y un buen vino Chileno, ahora me gustan las sopas de pollo, res, pescado, la muerte me está saludando y a veces me guiña un ojo.No me he dado cuenta de los cambios que ha habido por aquí, muchas casas las han pintado y yo ni en cuenta, han construido nuevos pisos, nuevos edificios, pero yo sigo sin enterarme de nada. Pienso que a veces la vida no es tan hermosa como la pintan, porque siempre hay algo que cambia y uno no se da cuenta de ello, también las personas cambian pero uno si se percata de eso a menos que uno este enamorado y hagamos como que no nos damos cuenta.

Antes me gustaba ir a la heladería de la esquina con mi Helena a comernos un barquillo de chocolate. Nos daba risa a ambos porque cuando le dábamos una mordida directa al helado nos dolían los dientes, como si el frió se hubiera calado en medio de ellos retorciéndolos de dolor, ya no éramos tan jóvenes en ese entonces.

Ya estoy viejo y este barrio me está ganando la batalla, ya quiere que me vaya para dejar entrar a otras personas. Este barrio está vivo y me pide a gritos que me largue, necesita respirar de mí, ya no soporta mis achaques ni mis lloriqueos por las noches pensando en mi difunta Helena y de vez en cuando en mi pajarito.

Cuando no fuimos a España a vivir fue lo mejor que nos puso pasar, porque así no dejamos atrás lo que vimos y vivimos con tanto amor, una calle llena de historia, una casa repleta de amor y un barrio lleno de niños perversos que han dejado de jugar. Ya estoy viejo y este barrio me está viendo morir

FIN

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