Después de la Segunda Guerra Mundial huyendo del hambre llegaron a Venezuela al Puerto de la Guaira muchos extranjeros desde lugares lejanos que vinieron para encontrar un proyecto de vida por estos lares.

El joven Benjamín tampoco escapó de esto, tenía el anhelo de prosperar en otro país que le diera abrigo y sustento.

Bajando del barco no lo recibió ningún pariente o paisano.

buscando trabajo tocando puertas hallo a un coterráneo que le dio la mano para que trabajara en el restaurante.

_ Quédate por allí y ayudas a lavar los platos_

Fue excelente para él con hospedaje y comida.

Sintiéndose solo, triste, acongojado también asustado viéndose sin dinero cavilando se hizo una promesa

_“Mas nunca voy a estar solo”_

Pensando en su destino partió rumbo a Caracas parroquia El Valle donde descubrió a la mujer de sus sueños.

Es así como se inicia esta historia de dos personas que se amaron desde el día que se conocieron y aprendieron a ser felices hasta el fin de sus días.

La vio al cruzar la calle cuando ella regresaba de su trabajo…amor a primera vista.

Haciendo un plantón por varios días frente a la ventana esperando que saliera la madre de su amada para pedir la mano.

La bella María Luisa elegante dama de la época tenía 16 años , tez morena y cabellera ondulante hasta la espalda le llegaba, honesta y educada por las monjas los pocos años que para ese entonces se estudiaba.

Se asomaba por el postigo abriéndolo cuidadosamente para que él no se diera cuenta de la curiosidad que le ocasionaba y se decía en su interior.

_ ¡Es muy alto! –

_¡Casi del tamaño del poste!_

Era un hombre alto, blanco, con una cabellera negra que hacia lucir su tez blanca, resaltando sus grandes ojos negros…muy guapo era el joven.

Poco faltó para que la esbeltez de Benjamín…fuera un problema

Aunque las amigas de crianza de María Luisa eran más jóvenes que ella eso no les impedía ser confidentes. Amistad que perduró por siempre.

Todas juntas se apilaban en el postigo para ver aquel galán que pretendía a la hermosa María Luisa.

La convidaban a que saliera y conversara, pero ella

_No_

“esperaba”

Pasando los días el hombre parado en el poste y la joven mirando, sin hacer nada.

Años después…

Madre – ¿Por qué no salías? –

Ella no contestaba, haciendo un fuño con la cara

Cautelosa hasta que la madre de ella no hablara con el joven, sutilmente seguía mirando por el postigo….Un poco tímida la chica.

La decisión la debía tomar la madre, que no era la madre era la abuela. Pero mandaba como una madre. Ya que la progenitora de María Luisa había muerto en el parto con una extraña enfermedad.

Fue un día cualquiera, que la madre de María Luisa salió para hablar con el joven y él aprovechó de pedir la mano de la hermosa chica.

Benjamín, con manos sudorosas y el rostro enrojecido por el sol que caía sobre sus mejillas.

_¿Puedo ser el novio de su hija?_

_¡Sí!_

_la solicito en matrimonio_

_lo acepto como el novio de mi hija, debe tener respeto con ella y conmigo, viniendo a la casa los días que yo disponga, siempre bajo mi supervisión_

A la doña le gustó mucho ese pretendiente, paisano, buenmozo y trabajador, buen partido para la hija.

La señora madre, siempre lo adoraría como su yerno, aunque tenía su temperamento.

A los meses celebraron la fiesta de compromiso y cruzaron los aros, como se decía en esa época. Poniendo fecha para el matrimonio.

Pronto comenzaron los preparativos para celebrar aquella linda fiesta, todo se realizó con esmero donde ayudaron las amigas de siempre

La ceremonia se realizó en la Iglesia de El Valle, auspiciada por el párroco que conocía a María Luisa y a su madre.

_¿Se amarán hasta que la muerte los separe?_

_ ¡Si!_

Saliendo de la iglesia adelante del carro que los trasladaba iba «la mosca» (motorizado) tocando corneta anunciando el casamiento la gente salía para verlos pasar, saludándolos con algarabía .

En la puerta principal colgaba la campana, entraron del brazo besándose debajo de ésta, los amigos contentos con aquella boda les echaban el arroz para que esa unión perdurara eternamente.

La rica torta la regaló la tía Miguelina, sin tortas de la pariente no había fiesta.

Brindaron junto los novios con las copas de champán y comenzaron a degustar el banquete preparado para la ocasión.

Dándose besos y abrazos como muestra de afirmación, bailando hasta el amanecer llegó el momento de irse los novios al hotel pasando su luna de miel en la Isla de Margarita.

Se tomaron la foto de rigor, juntos a los pajecitos, a Don Benjamín, lo pintaron negrito esa foto fue a adornar el lavandero de la casa de la señora María Luisa, pues no le gustó la foto del matrimonio.

Siempre se recordaría aquella fiesta con los pastelitos y el champán más costoso para celebrar la añorada boda.

Fruto de esa unión nacieron 4 hijos que ellos criaron con devoción y amor.

Compartieron muchos años juntos celebrando también su 50 aniversario asistiendo hijos, nietos y viejas amistades.

Con el correr del tiempo con recuerdos bonitos y otros no tan fortuitos.

También llegaron las enfermedades a sus cuerpos ya cansados no resistieron al embate del tiempo.

El día de su partida se encontraba Don Benjamín solo con su amada, ya no hablaba solo la miraba demostrándole de esta forma cuanto la adoraba.

Igualmente como se enamoro en su juventud así se despidió de su amor «Mirándola»

Fue el último recuerdo que guardó Doña María Luisa de su amado esposo.

¿Madre que hizo con su último aliento mi padre?

_¡Me miraba!_

Ella no soportó su partida le hacía falta su compañero de vida, siempre hablando con él en su cuarto a solas.

_¿Madre que haces?

_Hablo con Benjamín_

Hasta el día que partió al encuentro con Dios, siempre lo recordó.

Dejando el vacío de no volverlos a ver.

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