Este texto pertenece a mi cortometraje ‘Demasiado perfecto’ (2015) como la narración de voz en off. Mi locución no es muy buena, pero puedes escucharme mientras te lo leo si le das al play aquí. O si prefieres, mira el cortometraje.
‘Es preciosa’. Fueron las primeras palabras que me dijiste cuando nos conocimos. Realmente, no me las dijiste a la cara, te vi murmurarlas cuando nuestras miradas se cruzaron. A partir de aquí, sentí que algo bueno se aproximaba, mi corazón palpitaba, las mariposas aparecían y el aroma a amor invadió todo a nuestro alrededor…
Te acercaste a mí, te presentaste muy amablemente. Recuerdo que me preguntaste qué estaba leyendo y resultó ser el mismo libro que llevabas encima, porque también ibas a sentarte a leer en el mismo parque, en el mismo banco en el que estaba yo sentada, escuchando las risas de los niños mientras jugaban, la brisa acariciando las páginas y nuestras sonrisas se cruzaban, al igual que las miradas y las palabras.
Empezamos a hablar y, sorprendentemente, tenías los mismos gustos que yo y todo se volvía color rosa a nuestras espaldas, una música alegre hacía un crescendo, cada vez más y más y más fuerte, con la misma fuerza con la que mi cariño hacia ti nos embarcaba en un viaje utópico rumbo a las estrellas.
¿Demasiado perfecto, verdad? Lo fue más aún cuando te vi en la puerta de mi casa para recogerme para ir a cenar… Nuestra primera cita. Estabas tan guapo, bien vestido, dulce, coqueto, atrayente… Ah, cómo olvidar aquel restaurante tan bonito, con música en directo y una deliciosa cena a la luz de las velas…
Los días pasaron, seguimos quedando, todos los días, hasta que a los meses me pediste que fuese oficial.
Empezamos a vivir juntos, cada día era distinto al anterior, todo era felicidad plena, y como era de esperar, ocurrió lo que tenía que pasar: me pediste matrimonio. A partir de aquí, llegaron todas las cosas que me decía mamá cuando era pequeña y soñaba con casarme con ‘mi príncipe azul’, sobre cómo debería comportarse una princesa, cuidando de mis seres queridos, siendo un ejemplo a seguir, además de más cosas que no sabía que ocurrirían.
Recuerdo que me decías que pasaba demasiado tiempo pegada al móvil y que pasaba de ti, que querías que estuviese más atenta a ti. Quiero pedirte perdón por ello, sabes perfectamente que soy muy despistada y que no me doy cuenta.
También quiero disculparme por todas esas cosas que te disgustan de mí. Pedirte perdón por no contestar a la mayoría de tus llamadas, aunque por más que te diga que no me doy cuenta porque tengo el móvil en silencio o estoy ocupada, que no te responda no significa que esté haciendo cosas que no son, ¿vale? Que siempre mal piensas todo.
Quiero pedirte perdón por mi forma de vestir; que sí, que para ti mis pantalones son muy cortos, pero para mí no lo son, son de un largo apropiado, igual que mi maquillaje, que no me pinto como una furcia. Esas paranoias de que voy enseñando demasiado y que busco provocar a tus amigos… eso es lo último que haría en mi vida. Esos celos irracionales… Me matan por dentro, porque no tienen causa de existir.
Odio tener que discutir contigo por estas cosas tan estúpidas, principalmente por la forma en la que acabamos. Esto no era así antes, sé que he tenido que fallar en algo, y creo que sé a qué vino todo esto. En realidad es culpa de ambos, aún así, no quiero perder lo que tanto he cuidado por ambos.
Sé que no te gusta que te conteste, pero peor eres tú cuando no me contestas, principalmente porque no lo haces como debe ser. Sé que me lo busco, soy imbécil, una niñata como bien me dices cuando te enfadas, que no estoy acostumbrada a que me quieran. Lo siento, todo fue mi culpa.
No es tu culpa.
Eso no era amor.
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