-Hijo, lo que yo quiero es que seas feliz, y no estés triste, y que pienses en tu bienestar.
¿Por qué he estado necesitando tanto escuchar estas palabras de mi madre? ¿Por qué he esperado a estar mal para poder expresarle lo que siento?
Me encuentro en un momento de cambio, en un momento en el que no estoy satisfecho con unas decisiones acerca de mi entorno laboral, cambiar de trabajo es difícil, y asumir que el cambio no es la decisión acertada es más difícil. En cuanto escuché esa oferta de trabajo que me hacía esa gran empresa (» tus ingresos mejorarán favorablemente y podrás desarrollarte profesionalmente»), no tuve duda, y abandoné la rutina que llevaba conmigo en pro de este nuevo reto.
Pero pasados unos meses me encuentro en la situación de asimilar esa frase de la que tanto me había reído antes:»el dinero no da la felicidad». Y es cierto, porque me encuentro con gente infeliz que sólo mira el dinero, ¿pero es eso lo que quiero?
Tras semanas de estar pasándolo mal por esta situación, me encuentro en la circunstancia de tener que exteriorizar todos mis sentimientos, de que todo lo que llevo dentro de mí salga, y empiezo por contárselo a mis amigos más cercanos, pensando, que la confianza que tengo con ellos va a hacer que me quede satisfecho con lo que me digan , pero no es así, me encuentro con frases del tipo: «Aguanta, si ganas mucha pasta», «hay trabajos mucho peores», «pasa de la gente que te rodea, tú vales mucho más»… pero todo esto no me servía, porque nadie me preguntaba cómo me sentía.
También se lo conté a mi pareja, que me ayudó mucho contándome sus experiencias e indicándome cómo tenia que afrontar estas situaciones.
Después decidí contárselo a mis hermanos, y también me hablaron de lo que les había ocurrido a ellos y como habían actuado.
Comprobé, que no era el único que estaba insatisfecho con su trabajo, no sé si es porque no somos muy conformistas en ese aspecto o porque no se lo había consultado a nadie que de verdad estuviera satisfecho con su trabajo.
En ese momento comencé a reflexionar sobre qué era lo que de verdad me motivaba, lo que de verdad quería hacer con mi vida, y llegué a la conclusión de que lo que estaba haciendo no era lo que quería.
Siempre había tenido en mente escribir un libro, y pensé, «y ¿por qué no empiezas a hacerlo?» y fue cuando me fui informando sobre todo ello, veía la luz, veía una salida.
Fue entonces cuando recibí una llamada de mi madre, preguntándome de si iba a comer a su casa, a lo que contesté que sí. Tenía ganas de verla.
Me acordé del momento en el que tomé la decisión de cambiar de puesto de trabajo, cuando mi madre me preguntaba si estaba seguro, si lo había pensado bien, que lo que yo decidiera bien estaría.
Al llegar a su casa, y ella al verme, me preguntó que cómo estaba, a lo que le contesté que no estaba bien.
Le expliqué mi situación, que veía que me quedaba sin trabajo, pero que no me importaba porque no me llenaba; a lo que ella me contestó: «hijo, no pasa nada, todos nos equivocamos, tú haz lo que te haga feliz», y me abrazó.
En ese momento es cuando uno se da cuenta de lo que le quieren sus seres más queridos y más cercanos. Todo lo que había escuchado de mi entorno y que yo decía que no me servía, no era cierto. Mi entorno quiere lo mejor para mí, que aguante, que me es fuerce, que sea feliz.
Ese abrazo de mi madre me hizo sentir que en esta vida estamos por algo para ser felices, para luchar por lo que queremos, para aguantar en situaciones difíciles, y para tomar decisiones que muchas veces nos cuesta elegir.
Por lo tanto, descubrí que aunque una imagen vale mucho más que mil palabras, las palabras no se las lleva el viento, todo lo que nos dicen, por mucho que no nos guste es por algo.
Y sobre todo, que en momentos difíciles, en momentos en los que uno se encuentra perdido, la familia, la pareja, los amigos, son los que más nos van a apoyar y los que más nos van a querer, y no nos van a fallar. Tenemos que estar ahí cuando los nuestros nos necesiten.
Así que ahí me encuentro, orgulloso de mi familia, orgulloso de mi pareja, de mis amigos, y de saber que tengo a gente que me quiere y que sólo mira por mi bienestar y que yo sea feliz… y sí, comenzando esa andadura que elijo, que de verdad creo que es la decisión acertada, que es la de empezar a escribir, ya que creo, que las palabras no se las lleva el viento.
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