Puerto infierno.

Gritaba con tal desespero que parecía que iba a morir, junto con nosotros por el estrés causado por esos gritos. Y se recostaba sobre mis piernas para dejarlas mojadas con sus lágrimas y así después incorporarse en el asiento de ese campero y echarse a reír. Que bipolar se tornó nuestro primo de 10 años pipe durante ese viaje a un puerto al cual nos dirigíamos junto a mi madre Martha y mi hermana Elizabeth. Seria esa una premonición de pipe sobre lo macabro que resultaría para nosotros visitar ese pueblo recóndito de nuestro “maravilloso” país.

Todo comenzó cuando mi familia cayó en la quiebra, la ruina total. Tanto así que vivíamos todos los tres: mi hermana, mi madre y yo, Junto a dos gatos desesperantes en una sola habitación. En esa misma habitación, estaban la cocina y el baño. Sí, todo junto. Ya se imaginarán lo inquietante y verdaderamente duro que sería vivir en esas condiciones.

Malas inversiones habían llevado a nuestra familia a la quiebra, donde nos manteníamos de lo que vendíamos en una tienda que estaba justo a 10 centímetros de donde yo dormía. Adivinaron bien, vivíamos en la tienda. Lo único que separaba a los compradores de nuestro pequeño paraíso residencial, era una enorme cortina que dividía ambas partes.

Yo era un joven popular entre los de mi antiguo barrio, había sido aceptado en la segunda mejor universidad pública del país. Además mi altura europea y mi cara de niño bueno, junto con un humor exquisito me habían convertido en todo un galán entre las nenas. Salía a “farrear” todos los viernes y o sábados del mes. Acostumbraba a dormir en distintas casas todos los fines de semana. Kitty tenía la más cómoda sala, Andrés dormía en un colchón de piedra. Hubo un momento en el que fui llamado gay por Daniela, porque cuando dormí con ella, caí como piedra y no le hice el amor. En fin, son muchas anécdotas y poco espacio para contarlas. Quería describir como me sentía: con el mundo a mis pies; extasiado de mi longevidad y tan orgulloso de mi mismo que sentía el “barrio” a mis pies.

Otra vez peleando, mi madre con su marido, no es nuestro padre por si se preguntan. En ese entonces teníamos un pequeño almacén de ropa que era propiedad de mi madre. Las ventas se habían bajado. El hermoso apartamento donde vivíamos lo pagaba nuestro nuevo papito, Willy. Que bien me caía ese Willy. Nos dio vida de príncipes. Cuando llevaba a mis disque amigos del barrio a ver mi mansión. Quedaban estupefactos y no creían que tenían un amigo tan acaudalado. Que bien se siente ser admirado.

No les he hablado sobre mi hermano, mi querido hermano Nael, digamos que él era el único con los pies en la tierra. La primera vez que me humillo fue cuando yo llegue de una fiesta espectacular, y entré a mi habitación. Pero esperen!! Algo sucedió aquí, esto no lo deje asi. Mi hermano había entrado a mi habitación y se llevó los cables de mi televisor para que yo no pudiera ver. – deje de ser abusivo, por que entra a mi cuarto!!. Le grite lleno de rabia. Y el respondió. – dejó el televisor encendido, claro como usted no ayuda a pagar nada en esta casa. En ese momento comprendí que estaba volando muy alto y efectivamente desperdiciaba no solo energía sino otras cosas por estar metido en mi mundo de “la estrella del gueto”. Sin embargo, por la forma en que lo hizo me sentí tan ofendido, y le dije que lo odiaba. Si, lo odiaba. Es un poco más trascendental ese” te odio”. Pero no quiero contextualizarlos más o no voy a poder acabar. Desde ese entonces empezó la rivalidad que hasta el día de hoy tengo con mi hermano.

Yo trabajaba en un pequeño taller. Donde ganaba un poco de dinero por pulir, lijar, pintar Etc… vivía de apariencias y aunque no lo crean, lo poquito que ganaba no me duraba, los lujos que tenía: celular bonito, datos en el celular, asiento en la buseta, y perfume de Christian becerro. Eran caros para mi sueldito de mentiras.

Se separaron mis padres, es decir mi madre y papito Willy. Como el pagaba el apartamento nos tocó huir como cucarachas. El almacén quebró así que en un intento desesperado. Mi madre reinvirtió pero esta vez en una tienda de frutas y verduras en un barrio destapado, por allá más al sur, donde se devuelve el viento. Era tan peligroso ese barrio que todos los días amanecían tres muertos en la cañada y a los cinco minutos por la mañana de haberlos encontrado, el periódico local ya tenía la primicia impresa con los voceadores gritando a todo pulmón que nuestro nuevo barrio era el centro de atención esta semana. Si, nuestro nuevo barrio; porque nos mudamos a vivir ahí, en el mismo local donde vendíamos la papa pastusa y los huevos en bolsita. Vivíamos los tres amontonados.

Que humillación. No sabía que decirles a mis disque amigos. Si se enteraban que estoy durmiendo junto al fregadero se burlarán. Mi madre tenía la culpa así que decidí dejarle de hablar. Estaba tan destrozada no solo por haber perdido al hombre que tanto amaba sino porque su hijo la trataba con desprecio. Y mi pobre hermana como no podía salirse del colegio le tocaba hacer un interminable viaje todos los días para llegar. Pero no todo es malo, en ese momento se apareció un ángel, o un demonio?. Una tía que vivía en un puerto lejano. Millonaria ella y que nos quería. Nos convido ir a vivir allá. Por el desespero aceptamos dejando así el barrio donde crecí y toda mi vida de papel. Como la voy a extrañar! Dije yo. Y nos embarcamos a un puerto. En donde todo lo que yo acabe de contarles, no era ni el comenzó del fin.

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