El Ritual o De como Aníbal aprendió a comer

El Ritual o De como Aníbal aprendió a comer

Jorge Becerra

20/07/2020

Era extraño que Aníbal se encontrara con alguien que supiera comer y no es que fuera altivo o arrogante sino que había hallado el secreto, nada parecido a lo que le enseñaron sus padres: “no coloques tus codos sobre la mesa”, “no hagas ruido”, “La cuchara va a la boca”, modales que mostraba con orgullo ante la sociedad o ante sus tías para ser “un chico elegante” o peor aún: “ un muchacho muy educado”. Nada de eso.

Entendió que el buen comer iba más con tocar el cielo. Todo comenzó cuando en un bufé vio cómo unos comensales Chinos envolvían sus palillos en fideos a unos pocos centímetros del plato para luego agachar la cabeza y así lograr que no se escapara una sola tira de espagueti, con una propiedad y habilidad dignas del maestro más inspirado. Para sus tías tal escena hubiera sido inadmisible.

Así que se atrevió a sugerir un ritual de lo que consideraba la manera más adecuada de rendirse frente al ágape:

– Primero siéntese a la mesa, a manteles o sin mantel, no pasa nada.

– Observe si hay cerca al plato 16 tipos de cubiertos diferentes o solo una cuchara. No se preocupe coma a gusto con su utensilio preferido, si no hay, use la mano.

– No se abalance con la primera cucharada. Vea el vaho salir del plato caliente y trate de capturar el olor; si no le da vergüenza, cierre los ojos y trate de ubicar ese aroma en algún aspecto positivo de su vida, como la infancia o la finca de sus abuelos.

– En ese instante la emanación de vapor se habrá menguado y la comida tendrá una temperatura diferente.

– Como es el primer plato, no está de más tomar un sorbo de agua para dejar la boca incólume y prepararse para degustar a sus anchas

– Tome el cubierto y aduéñese de una porción de comida que esté de acuerdo al tamaño de su boca. Llévela a su morro, no importa si se agacha un poco más sobre la patena.

– Preciso con ese bocado va a sentir una sensación de sabores dulces, amargos y salados y justo ahí podrá suspirar pues pondrá en sintonía al cerebro con el acto sublime de comer. Mientras mantiene el bocado en el paladar, podrá soltar el aire poco a poco y habrá tenido la experiencia más celestial que haya podido imaginar.

– No se le ocurra, tomar una bebida inmediatamente después del mordisco, pues perderá toda gracia la fiesta. Prefiera el agua pero uno o dos sorbos durante la ceremonia. No querrá que esos sabores y olores desaparezcan tan rápido. Incluso luego de terminar la cena puede dedicar unos minutos a esperar que los sesos acaben de consumar el hecho sublime que finiquitó junto a usted. Pasado un tiempo prudencial, tome un brebaje pero con cuidado de que ese elixir respete el alimento.

Posterior a este ritual, estará a un paso de la inmortalidad.

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