El poder de la palabra-DN

El poder de la palabra-DN

Beixi Ausin

17/07/2020

Todos los seres vivos tanto animales como humanos poseemos diferentes maneras de comunicarnos ya sea mediante sonidos o palabras. 

En el caso de los humanos, hemos ido evolucionando con el paso de los años desarrollando y adquiriendo conocimientos además de vivir muchas experiencias que nos han ayudado a crecer como personas, a sobrevivir y adaptarnos a las circunstancias.

Desde la primera especie, los australopitecos (1.500.000 a.C) hasta la última, los homosapiens, (100.000 a.C) podemos ver un gran cambio ya que los primeros, además de asemejarse a los chimpancés y emitir solamente sonidos (mediante los cuales transmitían su mensaje), no poseían la inteligencia ni los conocimientos necesarios para sobrevivir, y sin embargo en los segundos, vemos todo lo contrario.

El homosapiens se parecía a nosotros y a diferencia de los australopitecos sabían cazar, fabricar armas con metal (bronce o hierro) para defenderse y, además del fuego, cosían su propia ropa que elaboraban con las pieles de los animales. 

Así mismo, su medio de comunicación aparte de los sonidos y las señas fue la pintura rupestre creada a partir de flores molidas, semillas o sangre y ya no necesitaban desplazarse frecuentemente para buscar alimentos porque habían aprendido a cultivar la tierra y se asentaron en poblados.

Mucho después de la Prehistoria, alrededor del año 3500 a.C. ya en Mesopotamia, Egipto y Oriente Medio surgieron las ciudades y en ellas habitaban cientos y en las muy grandes, miles de habitantes, pero entre ellos empezó haber cierta desigualdad ya que comenzaron a desarrollar habilidades distintas, lo que les permitía alcanzar un estatus social superior a los demás y ganar dinero e influencia. 

Debido a ello, se planteó una jerarquía: primero el rey, a continuación la nobleza y los sacerdotes, posteriormente los escribas y funcionarios, después el campesinado y por último los esclavos.

Pero de entre todos ellos destacaron los escribas que eran personas que sabían escribir y leer y por ello tuvieron una gran influencia en la sociedad debido a que el resto de la gente era analfabeta. 

En Roma por ejemplo esta profesión no otorgaba ningún privilegio alguno a diferencia de Mesopotamia, ya que se consideraba como una habilidad más prestada como un servicio al César.

Al igual que Egipto, Roma también poseía su propio gobierno, muy diferente al de los faraones egipcios, integrado por la Asamblea Romana y el Senado formando los principales órganos de gobierno del pueblo romano cuyo único objetivo eran crear una ciudad próspera y adoptar medidas siempre atendiendo al bienestar de los ciudadanos.

Algunos de ellos eran buenos oradores porque tenían la capacidad de convencer a las personas mediante la Oratoria y la Dialéctica, recurriendo algunos a imágenes sobre el amor y la fe, como el obispo de Hipona, San Agustín, que hizo célebre una de sus frases resaltando la trascendencia del ser: «Vive el presente, porque el pasado pasó y el futuro aún no ha llegado».

 A lo largo de los siglos ha habido muy buenos oradores que han hecho cosas grandiosas y terribles  empezando por Mahatma Gandhi y terminando por Hitler, ya que marcaron pautas en el pasado siglo XX.

Adolf Hitler era un gran orador cuyos discursos le hacían cada vez más popular y se ganaba a la gente con mucha facilidad gracias a su capacidad de persuasión. 

No solo la palabra fue su arma más poderosa sino también la expresión ya que mediante los gestos ya fuera la cara o las manos, hacían transmitir al público mayor seguridad y convicción de su charla. 

Sin embargo como dice el refrán: » cada moneda tiene dos caras» y es que Hitler era de esas personas que prometían muchas cosas, entre ellas cambiar el mundo a mejor, algo que no pasó, ya que en el fondo solo le interesaba el poder y la gloria y terminó con un final trágico a nivel mundial.

Además, era un antisemita que odiaba a los judíos considerándolos una raza inferior y, como tenía el poder de matar, los llevó a campos de concentración donde su crueldad no tenía límites ya que fueron exterminados en cámaras de gas ancianos, jóvenes, hombres, mujeres y niños . 

Su poder de convencimiento en la sociedad alemana llegó al extremo de fanatizar a la población alemana con su ideología «Nacional Socialista» (nazi), con gran repercusión en los jóvenes que pasaron a formar parte de la asociación juvenil única denominada «Juventudes Hitlerianas» en donde desde muy pequeños se les inculcaba la ideología nazi.

En contraposición con el anterior, Mahatma Gandhi (1869-1948) fue un hombre que tan solo buscaba la paz, estaba en contra de la violencia y desde que tuvo uso de razón luchó por la independencia de la India. Finalmente consiguió la libertad de su país a pesar de que fue encarcelado varias veces. Así mismo, intentó integrar a las castas más bajas y desarrollar la zona rural pero murió asesinado por un hindú, intransigente, al defender a los musulmanes.

Al contrario que Hitler, Gandhi fue una persona que no recurrió a la guerra ni a la violencia para conseguir sus propósitos. Ayudaba a los más desfavorecidos, a las clases bajas, y estaba en contra del maltrato hacia los seres vivos. Finalmente, su esfuerzo y lucha fue reconocido tras recibir el Premio Gandhi King por la ONU al pacifismo y a la no violencia.

Como podemos ver, ambos hacen uso de la palabra que les da ese poder para convencer y persuadir a la gente. Pero a través de ella, no sabemos cómo es la persona realmente, si tiene buenas o malas intenciones o si nos está engañando y eso no lo podemos saber hasta que pone en acción todo lo dicho en su discurso. 

Como decía Jean-Paul Marat «las revoluciones empiezan por la palabra y concluyen por la espada» y en cierta manera ocurrió así en ambos casos.

A lo largo de la historia el afán de poder y de riqueza, el egoísmo y la falta de razonamiento y respeto a los derechos de las personas, han sacado lo peor del ser humano llevándolos en algunas ocasiones a la destrucción de sí mismos reflejado en las guerras, lo que contribuyó a la difícil convivencia social.

De esta manera, vemos cómo una simple palabra tiene tanto poder como cualquier hecho y no sabemos de qué manera puede afectar a la gente que nos rodea. 

Como bien decía Gandhi «Cuida tus pensamientos porque se convertirán en palabras, cuida tus palabras porque se convertirán en tus actos, cuida tus actos porque se convertirán en tus hábitos y cuida tus hábitos porque se convertirán en tu destino», máxima que se debería poner en práctica hoy en día.

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