El valor incalculable del tiempo y el sobrevalorado dinero
Padre tiempo, unidad implacable y eterna que a rienda suelta cuentas mis años y experiencia
cual voraz cronometro que en apetito insaciable consume vidas en un instante
tan corto como infinito que para los azares de tu alma es gratificante pero insignificante,
la oscura muerte, tu fiel amante, cava y menoscaba a segundos mi tumba dolencia.
Eres testigo vivo y expectante de mis grandiosos aciertos y humillantes fracasos
porque al son de tus filudas agujas palpitantes, los momentos no escapan ni perdonan;
tu cuerpo, inexistente; tu acción, omnipresente, no me apasionan tan solo me acongojan,
me desgastan cual frágil piedra en rio abismal, tú me mides en lapsos tan escasos.
Ahora, el Dios de papel y el reloj agobiado han inundado tu confiado y elevado prestigio
con tormentosas olas de aguas tan verdosas de codicia y rojas de embustera decadencia;
cutre sociedad del rendimiento y la multitarea, ya solo nos dejas con el cansancio e indiferencia
porque tu alma, solo de estrés anda impregnada y tu mente divaga en la banalidad y desprestigio.
Querido tiempo, te mal gastan y derrochan como si lo finito fuera infinito, ya no te valoran,
eres inversión agonizante y carne de cañón para millares de fábricas humanas e inhumanas,
te transforman en el alimento venenoso y hedonista que ahora lo vale todo y al que adoran
con tanta vehemencia; y así el tiempo pisoteado y consumido llora sus horas desconsoladas.
El abismo inconmensurable del capitalismo
Capitalismo, polémica ideología del derroche y consumo
cual barril sin fondo de pasiones y desmesuras
que acapara e idolatra al perjudicial materialismo
en insultantes lujos cual reflejo de fútiles locuras.
En nombre de tu desmedido y execrable Imperio
se han cometido atrocidades y un humano desmedro
inspirado por el Dios dinero, sin valor ni criterio
que deshumaniza el mundo y para la naturaleza, engendro.
La desigualdad y pobreza sollozan desesperanzadamente
ante la indiferencia del fatídico capitalismo beligerante,
corrompedor de democracias y usurpador de la verdad anhelante
que el ser humano merece para enaltecer su dignidad imperante.
Tu accionar es desmesurado, destartalado, exagerado,
lleno de malevolencia inconsciente hacia la naturaleza, cuna
y fortaleza de la humanidad, así el ambiente decae en hambruna
de sensibilidad y empatía, llénose el hedonista deseo del adinerado.
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