Historia de familia (rota): El otro

Historia de familia (rota): El otro

Jordi Escrihuela

02/11/2017

El otro te mira. El otro te besa. Ahora es otro el que comparte tu vida. Es otro el que te hace el amor. Pero el otro te engaña porque es otro. No te lo reprocho ahora, aunque tú eligieras hace unos años al otro. Tú sabrás lo que hiciste, porque el otro te cameló, te llevó al huerto como a tantas otras. Y tú caíste como una niña con las tonterías del otro. Me engañaste. Me rompiste el corazón. Me humillaste y me robaste. Me llegaste a estafar. Cuando te preguntaba por el otro tú lo negabas todo. Y yo te creía, aunque no del todo. Luego supe que cuando estuviste enferma yo te velaba por las noches, pero de día, cuando marchaba a trabajar, era el otro el que ocupaba mi lugar.

Tranquila, no te culpo ni te mereces mi perdón. Lo que pasó, pasó. Me dejaste y te fuiste con el otro. Lo vi venir pero no supe pararlo. La suerte estaba echada y el otro te convenció. Lo tenías todo preparado, todo planeado desde hace meses. De un día para otro me abandonaste. Una noche estabas conmigo rozando mi cuerpo y al día siguiente lo estabas haciendo con el otro, en una cama que no era la tuya, en una casa que tampoco era la tuya y el otro ocupando mi lugar. Perversa, fría, calculadora. Eras otra. Cambiaste de la noche a la mañana.

Quiero que sepas que lo hiciste fatal, que te lo montaste horrible, peor no lo pudiste hacer. Ayudada por el otro, destrozaste mi vida, mi familia, mi hogar. Pensabas que me hundiría, pero aquí estoy. Yo también soy otro. Todo empezó con mensajes con el otro que tú me negabas. Alguna vez te vi llegar de pasear a nuestra perrita acompañada por el otro. “Somos amigos”, me decías. No te creía, pero tenía que hacerlo, porque el otro no te llegaba a la suela de los zapatos, pero como el tiempo pone a cada uno en su sitio, tú ahora estás a la altura del betún con el otro. No me alegro, ni me das pena. Ya que te marchabas podías haber elegido a otro mejor, porque este otro te llevará a la ruina. Piensa en los años que te quedan.

Ya no me dueles. Tú no me dueles. El otro es un desgraciado. Me da lástima pensar que es otro el que ahora acaricia mi perra, pero la de verdad, la que a mí me adoraba y yo a ella, la que me esperaba cada noche detrás de la puerta de casa que viniera de trabajar. Has sido tan cruel, tan malvada que hasta en eso es otro el que ahora ocupa mi lugar.

Por no hablar de mi hija. Tengo que llevar con resignación que comparta techo, mesa y mantel con el otro que, recuerda, no es su padre, no tiene que darle consejos, no es nadie para ella, sólo es el otro que vive con su madre. Procura que sea así. Y sobre todo, no me amenaces. Te recuerdo que me denunciaste animada por el otro porque en un arrebato de locura me abalancé sobre él. Buen pellizco os sacasteis pero no lo que hubierais querido. Vergüenza tendrías que sentir. Pero no me das asco. Ni te odio. Ya es tiempo de ignorarte, de no acordarme de ti, de cómo eras antes de conocer al otro. Has desaparecido de mi vida. Ya eres otra, una entre tantas. Ya no te conozco.

Para finalizar, sólo darte las gracias. Sí, mi agradecimiento. Sin el destrozo que hiciste yo no me podría haber recompuesto. He recobrado mi vida, mi familia, mi hija, una ciudad. Yo también soy otro. Una versión mejorada de mí mismo. Una enorme lección aprendida. Un camino reemprendido. Una nueva vida por vivir, gracias a ti y al otro.

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