INVIERNO
Entre la espesura del bambú;
ocurrió un beso fortuito,
el viento gritó herido,
y una bandada de batarás huyó
sin rumbo fijo.
Sobre el pavimento,
sus lágrimas lavaron
la grava y las malezas
hirsutas del olvido.
Empapados lo cerros,
el frío desvistió sin decoro
las famélicas flores.
Sábanas negras, en un tálamo póstumo,
se columbraron entre la espesura de la niebla.
La sal, escurridiza por entre las ramas de los pinos,
llenó de cráteres la arena.
Siniestras Híades azotaron las ventanas,
salpicaron los zapatos,
enredaron rojas ipomeas sobre la piedra estéril de Eolo.
Bajo el paraguas su mano inerte cayó a un costado.
De su bolsillo, se derrumbaron una colección de túmulos,
de su vestido, despojos de barro,
de sus ojos, trozos de hielo.
ESTÍO
La petunia, marchita por el estío, fenece
entre la sed y el desdén del polvo.
Su muerte abúlica procura un milagro exquisito.
Aferrada a su primer momento,
al recuerdo de una belleza que una vez fue implacable, fatal e imperdonable .
Hoy muere en los estrépitos de una canicular venganza.
PRIMAVERA
La agonía densa de los páramos
llenó de zozobra
el amanecer auspicioso.
Cubierto con una fina manta de rocío
dijo adiós a su amante,
mientras arrastraba en sus pies
la satírica metáfora de un indescifrable
sueño.
Mutilando las alas de una mariposa maldita
la oruga puja por ser gusano de nuevo,
dejando atrás el polen de una traviesa margarita.
cerúleo atrevido corteja a perséfone
y el sol celoso dispersa insípidos algodones
besando de vez en cuando las desordenadas amapolas de las pradera
OTOÑO
Un suspiro letárgico sacudió
las ajorcas del tiempo,
mientras, mi corazón apretado despidió
con prisa el incienso de sus labios.
Monótonas las horas en en las pipas de los transeúntes ,
suspendieron los minutos en los pliegues de mis manos.
Trémula e indecisa, recogí la maleta y subí al tren,
con una sonrisa cínica de quien ha tenido que despedirse muchas veces.
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