Precipicio
ERMITAÑO, es en la noche
cuando se revelan los abismos.
A contra luz, el sol cambia, sumergido en abandono
desbordando la humedad,
inundándolo todo.
El desamparo clama tu nombre,
libre y desprovista, en la forma oculta de tus ojos,
crece la otra orilla de la noche.
Hay una sombra que desciende,
que atraviesa la hondura del agua,
ojos invisibles y errantes que huyen.
Es el anuncio de la desaparición.
PEREGRINO:
Tú, que conoces la ceguera,
el andar a tientas de la arena,
murmuraste en el sigilo del viento
palabras inundadas de soledad:
—Soy yo, el eterno, el musgo del que nace la humedad,
en mí son ciertos los vacíos, como todo lo que se inclina para morir.
Ven,
desátame,
desdóblame,
habítame,
y no mires atrás.
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Orilla
¿QUIÉN TE DIJO, PEREGRINO,
que el señuelo habitaba el reflejo,
que inserto en las formas del barro
encontrarías tu rostro?
No hay a esta altura
sombra que no hayas leído,
quimera que no sopeses en tu costado boreal,
amanecer que te haya negado la luz.
Los caminos transmutan,
reflejan las estaciones,
No hay signo mayor para la libertad
que una naturaleza ceñida a la tormenta.
Ni mayor azar, que descifrarse, en la oscuridad de los párpados.
ERMITAÑO, HOGAR DE AUSENCIA
hoguera de la culpa,
te disuelves, eres clepsidra.
En ti transita el tiempo, atravesando el olvido
y el agua, copiando, la inútil certeza del hombre.
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Sed
LA AUSENCIA, como un peregrino invisible
desata la seda que envuelve los astros.
La luna, como un peregrino de tiempo
habita en su paso la sombra.
Fielmente, insiste la luz en el vacío,
revelando el ritual de la noche.
EL CAYADO, LA COLUMNA vertebral del vacío
el arado de los hundimientos
y tú, ermitaño, sobrevienen a la espesura,
como el loto en la quietud del agua.
Lanza un guijarro al vacío
retorna a mí, a la voz aprisionada que cae,
al estruendo que huye.
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