Una vez más sus gritos me despiertan. Hacen estallar mi cabeza como si un terrorista hubiera incursionado en ella detonando mil bombas al unísono. O quizá se trate de un kamikaze, aquellos individuos que no les importa dar su vida a cambio de un ideal.
Abro los ojos y veo el techo de mi habitación color blanco. Blanco, como imagino el vestido de novia que engalanó mi madre, cuando del brazo de mi padre, caminaban rumbo al altar. Blanco, como aquella orquídea que mi padre me regaló el dia que cumplí mis quince años. Blanco, como la guanábana, esa exquisita fruta que aseguran tiene incontables propiedades medicinales, y que además es mi preferida. Blanco, como el semen. Uf, aquel semen que cubre mi vestido turquesa. Ese vestido que mi padrino me obsequió y con el que bailé mi vals de quinceañera. El mismo semen que tanto detesto. Aquél que se llevó mi virginidad y mi inocencia aquella tarde que mi hermano mayor se quedó a cuidarme mientras mis padres asistían a una función de teatro.
Pero ¿Es él realmente mi hermano? No lo sé. A veces pienso que no lo es. Somos tan diferentes. Dicen que la sangre de los hermanos llama y la verdad que nunca lo he sentido así con él.
Además, solo nos llevamos unos meses. ¿Es esto posible? ¿Cuánto es naturalmente permitido? ¿Y mis padres?, al fin y al cabo son los únicos que tengo y no sé lo que debe uno sentir por ellos, pero definitivamente creo que no es Amor.
Estoy tan confundida. Me gusta tanto mi hermano, que aquella tarde que nos quedamos solos no dudé un momento cuando se me acercó y me dió un beso en la boca. Era mi primer beso. Lo demás se dió tan natural, que no pudimos contenernos.
Despierto un nuevo día y noto mis sabanas manchadas de sangre. ¿Será que ya me toca la regla? Ya perdí la noción del tiempo. Quizá sea consecuencia de mi sueño. Mierda, mierda y más mierda. Es lo único que recuerdo de este sueño. Primero solo la piso, pero al tratar de limpiármela, termino embarrada de ella y en mi desesperación, acabo atragantándome con ella. Mi estómago lo resiente y las nauseas me invaden. Ahora no sé si las nauseas se deban a mi regla o al asco que me provoca, el haberme tragado tanta mierda. Aunque ahora que lo pienso, pueden también deberse al semen que manchó mi vestido de quinceañera. Aquella tarde me lo había puesto a petición de mi hermano, pues me dijo que nunca me había visto tan bonita como ese día. Y ahí estaban las consecuencias. Por lo menos no estaba embarazada, eso era seguro. Bueno, eso me había dicho mi mamá aquella vez que tuvimos una primera, y quizá única, plática de mujer a mujer.
Pero ¿podía yo ahora confiar en mi madre? Si me mintió asegurándome que me había cargado en su vientre por nueve meses, y ahora que puedo hacer cuentas, resulta que entre mi hermano y yo solo seis meses nos separan. ¿O seré seismesina? ¿Es esto posible? ¿Y la cuarentena? ¿ Es realmente necesaria ? o es solo un mito.
Vuelvo a despertar una mañana y esta vez me encuentro bañada en llanto. ¿Serán lágrimas de dolor las que me empaparon? Porque alguien me dijo que también se llora de felicidad. O al menos eso me dijo mi hermano, aquel día al notar cómo me enjugaba las lágrimas, después de nuestro íntimo encuentro.
Ya no sé qué pensar. Si mis padres no lo son en verdad, entonces ¿dónde están ellos? ¿Por qué me abandonaron? ¿Realmente lo hicieron?, o ¿Qué fue lo que hizo que terminara en una familia que no era la mia?
La incertidumbre me atormenta. Quisiera mejor morirme. No tener que afrontar la realidad, pues esta puede ser devastadora y sus consecuencias, atormentarme por el resto de mi vida.
Algo me hace despertar bruscamente esta mañana. Siento como si una roca hubiera caido sobre mi pecho, oprimiendo mis pulmones y no permitiéndome respirar. Abro los ojos y veo un par de pupilas negras inquisitivas a unos escasos centímetros de las mias. Creo que mi cruel destino me ha alcanzado por fin. Trato con todas mis fuerzas de gritar y no puedo articular ningún sonido. Quiero pensar que todo es un sueño, pero sin embargo estoy consciente de lo que está pasando. Mis padres duermen en un cuarto adyacente al mio, y mi hermano del otro lado. Si tan solo pudiera gritar pidiendo ayuda, alguno de ellos me escucharía, acudiendo de inmediato en mi auxilio. Todo es en vano. Cada minuto que pasa mis fuerzas disminuyen, y al no poder respirar mi angustia aumenta. Intento mover alguno de mis brazos pero es inútil. Cuando estoy a punto de darme por vencida, en mi desesperación, imploro la intervención de un Ser supremo, suponiendo que exista, y súbitamente caigo en un profundo sueño, del cual despierto solo unos instantes después.
Cada día que pasa aumenta mi desasosiego. Toda mi vida me parece una farsa. Crecí en una familia que sin ser la mía, me aceptó siempre como parte de ella. Pero la verdad es que nunca me he sentido a gusto.
Empaco unas pocas ropas, y sin dejar siquiera una nota de agradecimiento ni nada que explique mi decisión, salgo una mañana como de costumbre rumbo a mi escuela, pretendiendo dejar atrás un pasado que nunca me perteneció.
No sé si mi madre podrá algún día perdonarme. Su Muñeca de Porcelana se rompió y nunca encontró un pegamento capaz de reconstruirla, ni de borrarle todas las cicatrices de su falaz pasado.
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