¿Cuántos no soñamos en ir a un viaje lleno de paisajes exóticos? ¡De maravillas naturales! Compuestas por la imaginación del magnífico universo, con la perfección de su arquitectura y con el ingenio del mismo.

Una copa de vino me hace compañía, mientras observo la soledad fría y desagradable de aquel sitio oscuro. Los violentos estruendos de los rayos de aquella tormenta justifican el poco ánimo de los habitantes de la zona.

Da igual ¿Quien quisiera ir al antro inmundo y oscuro? -donde me encontraba.

Solo, muy solo, se me ocurrió la brillante idea de pensar en cómo me separe de mi esposa, al menos para mi pecaminoso placer le había generado su mayor preocupación ¿Qué van a pensar mis socios del bufete? – pensar que esta interrogante le quitaba el sueño, me hace no arrepentirme, aunque existen recuerdos que escapan de la ironía, como el ver a mi hijo en la galería de mi mente.

Me encontraba lejos, en uno de esos viajes que te pasan por la cabeza cuando te das cuenta, que tu vida es una mierda, sí tal cual una mierda o peor que eso, cuando te das cuenta que tu vida es cuadrada, en ese preciso momento donde dejaste de pensar en lanzarte en paracaídas, por pensar en los putos colores de las sábanas que tu mujer decide usar para la cama.

-Yo quiero que me expliqueís ¡De verdad a alguien le importan los colores de la putas sábanas!

Mi destino fue Brasil, lleno de paisajes exóticos, comida que nunca había probado y mujeres hermosas. Bueno, en realidad esa fue la descripción de mi agente de viajes, él cual también me hablo de una promoción, a la que un tacaño como yo no podría resistirse. El problema fue que aquella provincia era la más lluviosa de Brasil, no se me daba el portugués y de paso era poco habitada por su condición climática. Observando mi situación deseaba a ese agente de viajes una tragedia griega, seguida de una decepción amorosa y una persecusión por parte un régimen dictatorial. Esto siendo conservador ante mi actual estado moral.

Jugaba con mi copa de vino balanceándola de un lado a otro, mientras el cantinero se burlaba de mí, o por lo menos era eso lo que yo creía, sí admito que soy extraño, soy de los que comen pescado en un restaurant italiano y van a la playa a comer hamburguesas, siempre he nadado en contra de la corriente, pero nadando en contra de la corriente logre hacer millones que cualquier mortal ambicioso desearía. Mamá siempre me decía no vayas y yo iba, mi esposa decía que tenía que pisar tierra ya tenía un hijo no podía darme lujo de ser un soñador, par de años después, comence a realizar mis sueños.

La madre de mi hijo me tuvo mucha paciencia ¿Quién podría aguantarse un hombre como yo?

-Rico, joven, intelectual y arrogante ¡Todo un dolor de cabeza! -aunque…

Vale aclarar que al empezar nuestra relación yo no tenía, un peso, un bolívar, una libra, un dólar, un euro, un yen ó un yuan, pero ella me amo y yo intente amarla y la ame, pero a mi manera, que grande Sinatra recordar ahora esa canción me desgarra el alma.

Tome la copa de mi mesa y me dirigí al baño, no confiaba en dejar trago en un lugar así, ya saliendo del baño, ocurrió lo inesperado. La copa habló.

-¡Sí! ¡No estoy loco!

La copa habló, quizás no la copa quizás el contenido, quizás si estaba loco, pero aquella copa me invito a bailar y baile, luego me sentó en la mesa y pidió unas caipiriñas, volvimos a bailar, despues insistio en salir de aquel sucio bar.

-¿Y quien soy yo para negarme a una copa?

Esta era la aventura que había imaginado, conocí un paisaje hermoso, exótico, bello y sublime.

Era madera de un cedro pulido oculta en el blanco y suave algodón, era un cielo de formas onduladas amarillezcas paralelas a montañas perfectamente imperfectas, eran dos pendientes voluptuosas que se movían generando un vacío y un todo a la vez, al retonar al cielo una estrella fugas viajaba de manera inversa manifestando gracia, una flor pequeña y rojiza se escondía al límite de dichas pendientes emulando lo dulce de las cerezas o tal vez las cerezas emulaban lo dulce de ella, diez astillas maravillosas que salían de aquella madera de cedro pulido se paseaban por mi columna, su trayecto en un recorrido vacilante y cosquilloso, un viento sublime poseía mi rostro con el olor maravilloso de la vainilla, eran dos serpientes color pantera que se deslizaban contándome una historia, dejándome un enigma, era un bosque verdoso con botones de miel por dentro, que degusté al sentir nuestros alientos, ese bosque se abría y poco a poco los botones de miel se perdían, al dilatarse sus pupilas.

-No sé su nombre, nunca lo pregunte, puesto a qué, no quería blasfemar la belleza.

La volví a ver en el consuelo del tiempo, reflejándose en los cristales de mis ventanas, la escuché en el susurro del silencio, mientras que enmudecia el ruido, desde mi apartamento en New York en una noche lluviosa.

-¿Y saben algo?

-La vejez la ha vuelto, cada vez más hermosa.

Continuará…

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