SONRISA DE ÁNGEL.

SONRISA DE ÁNGEL.

Ronald Galvan

07/09/2017

Me encuentro en ese lugar solitario terminando de hacer algunas cosas que tenía pendiente para esa jornada de clases, la verdad, estaba «concentrado» en lo que estaba haciendo que no me percataba lo que ocurría a mi alrededor, bueno, no del todo, cincuenta por ciento de mi cerebro arrojaba las respuestas que hacían falta para terminar mis tareas y la parte restante se encontraba navegando hacia lo desconocido, imaginando lo bueno que sería no estar allí solo, sino tener a mi lado a aquel chico, el chico que se había metido en mi cabeza y peleaba con mi racionalismo para controlar toda mi masa cerebral.

Lo que no sabía es que ese día sería uno de esos en los que no esperas nada de la vida pero obtienes mucho, estaba tan concentrado en mi mundo que no me percaté que él estaba mas cerca de lo planeado, literalmente, estaba sentado de frente a la mesa donde me encontraba, ¿que cómo lo reconocí? ¿alguna vez han visto un atardecer en una pradera después de un día lluvioso? Tal cual, la misma paz, la misma belleza, la misma cantidad de colores y matices surgían de sí, fue un momento tan ideal que podía sentir lo hipnotizado que estaba, su aura colorida me atraía mucho y no podía detenerme, mi disposición en ese momento era otra, sentí que mis piernas dejaron de estar inmóviles y comenzaron a actuar, me fui acercando lentamente hasta él y cuando estaba allí un pensamiento emergía de mi cerebro: «háblale, háblale» y así lo hice, sí, le dije «hola, ¿puedo sentarme?», digo, «hola» es una palabra tan común y que oía a cada rato que no debería impactarme, sin embargo cuando él moduló esa palabra tan corriente de inmediato la percibí como la melodía más hermosa que en toda mi vida había escuchado y supe entonces que sus labios eran el único instrumento capaz de transformar una simple frase en un verdadero arte.

Recuerdo que no hablamos mucho (era lógico, «no era nadie para él», y bueno, mi cerebro hizo que los nervios aparecieran) , él se retiró despidiéndose porque debía ir a clases, y yo me quedé ahí, solo, repitiendo en mi cabeza cada una de las pocas melodías que había oído (sus palabras), era la primera vez que tenía un acercamiento formal con él y eso al parecer dejó un parque de diversiones en mi cuerpo porque sentía muchas emociones al mismo tiempo, todas eran fabulosamente indescriptibles, en ese instante pude comprobar que sin duda este chico, el chico tan misterioso e interesante tenía en sus labios el poder de endulzar cualquier frase, tenía todo para seguir robándome el sueño.

Mi nuevo hábito favorito era acompañar a una amiga a una de sus clases, tenía tiempo libre, me gustaba pasar tiempo con ella, aunque sin duda la razón más poderosa era él, allí podía verlo, no podíamos hablar porque él estaba en lo suyo y yo solo me animaba a analizarlo desde la lejanía y sonreír, babear e imaginar cómo sería tenerlo cerca, cómo sería un abrazo suyo, cómo sería un beso de sus labios que desde mi perspectiva eran mágicos, yo no hacía nada en ese momento pero mi mente sí se mantenía ocupada imaginando un mundo de fantasías con él.

Frecuentemente vestía shorts obscuros que revelaban sus bellas y no niego que muy sexis piernas, una franela con un diseño muy particular (que me gustaba mucho), se amoldaba muy bien a su figura y zapatos deportivos, hubo un momento en el que pasó muy cerca de mí, sentía que mi corazón iba a estallar y comencé a sudar, sí, los nervios volvieron, así que solo bajé la mirada y evité que me viera, pensé: » ¿será que me reconoce?, ¿y si no le agrado así como soy?», comúnmente me siento fabuloso, trato de vestirme de la manera mas idónea posible para que al mirarme al espejo ame la forma en que me vea; por otra parte con él era distinto, o sea, la belleza es relativa y diferente en cada persona, pero ¿cómo puedo sentirme fabuloso al lado del hombre más hermoso que había visto? Obvio, mi fabulosidad no se había ido, pero mi cerebro había hecho que se escondiera y no me sentía tan audaz para impactarlo, aunque a veces pienso que esas cosas deben controlarse y me dije a mí mismo: «inténtalo, míralo y sonríe», se venía acercando poco a poco, tenía mi mirada en el punto mas alto, llena de miedos, todos los posibles, pasó cerca, dirigí mi mirada hacía él y sonreí ¿que obtuve de vuelta? La sonrisa mas bella y elocuente de todas, en serio, la gesticulación en su boca era como la vista previa de un ángel, ¿recuerdan cuando éramos niños y nuestros padres nos compraban el juguete que tanto queríamos? Esa era la felicidad más noble, inocente y pura que se pudiera experimentar y justamente así me sentí, ver su sonrisa en respuesta a la mía se sintió tan bien que bastó para que la baba siguiera bajando por mi mentón, es gracioso decirlo pero recuerdo justamente que cuando se alejaba corriendo solo pude mirarlo y decir inconscientemente con un suave suspiro: «corre tan bonito mi futuro esposo», no, no estoy loco, es solo que este chico me hace ser irracional y me hace perder el control de lo que digo, pienso y siento, pero debo admitir que me gusta estar así, quizá sea masoquismo, pero lo acepto porque es un masoquismo que no lastima, no hiere, si no que al contrario da vida y me hace imaginar un mundo paralelo donde todo posible.

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