¿A qué precio?

¿A qué precio?

Los tiempos cambian, la gente evoluciona,

la sociedad avanza, sí, pero ¿a qué precio?

La vida se tambalea, los valores no funcionan,

se inclina la balanza siempre a favor del necio.

Los padres ya no educan, las escuelas tampoco,

esfuerzos de mejora que caen en saco roto,

la tecnología despunta, exportamos energía,

pero importamos contaminación con alegría.

Tierra deforestada y asfaltada por comercio,

donde ya no crece nada, ni siquiera los niños,

las pantallas colman sus lúdicos aliños,

ahora volamos, sí, pero ¿a qué precio?

Los medios comunican lo que quieren, como quieren,

aluden a reseñas que nos guían concretamente,

hacia un camino que se convierte en la corriente,

a la que la gente decente se suma en cuanto puede.

Demasiada información que sabrecarga nuestros tercios,

sesgada por supuesto, el interés es claro,

el concurso está amañado sin miedo ni descaro,

estamos desinformados, sí, y ¿a qué precio?

Y los infantes, que siguen sin educación,

en plena era de la mayor y mejor preparación,

paradojas fruto de una nación,

muy preocupada por mostrar cifras de ficción.

Cierto que se abarrotan los colegios,

pero ¿realmente profundizamos en

la fuente,

que mana conocimiento a la mente,

de aquellos cuyo futuros no tienen precio?

Caemos en el frío consumismo superficial,

todo tiene un precio por pagar,

la corrupción es una mancha difícil de quitar,

ojalá tubiera más fuerza de voluntad.

Ya que el mundo se rige por el comercio,

mercantilizamos hasta la vida,

buscaremos solución cuando no haya salida,

y nos arrepentiremos de habernos puesto precio.

Los tiempos cambian, la gente evoluciona,

la sociedad avanza, sí, pero ¿a qué precio?

La vida se tambalea, los valores no funcionan,

se inclina la balanza siempre a favor del necio.