Quiero regalarte esta metáfora, que ya forma parte de mi libreta, porque ha estado motivada por nuestra charla de esta tarde y por una chispa de inspiración surgida en esta cabeza loca que a veces une pensamientos y crea a través de la palabra.

Trabajo en una empresa que se dedica a investigar procesos de depuración de aguas residuales. Algo sucio y maloliente, lo sé. La base de esta investigación es la propia Naturaleza, al estar centrada en reproducir los procesos naturales de depuración que forman parte del ciclo de la vida. El suelo, el oxígeno, el sol y las bacterias naturalmente presentes en el aire y el agua son los mejores agentes limpiadores, sin químicos ni aditivos. En ese mimetizar radica lo singular de esta investigación;  parece ser que hay poco que inventar y mucho que asimilar e imitar.

Una gota de agua, en su transcurrir diario, se va contaminando por el simple hecho de interactuar con otros elementos de la Naturaleza, que es lo que significa vivir en sociedad. Como un imán, se llena de arena, de las hojas de los árboles, de mosquitos, aceites, papeles y demás productos que queramos añadir. Sin embargo, llega un momento en el que la gota ya casi no puede respirar y algo explota en su interior, haciendo que quiera volver a su estado natural. Ahí comienza el proceso de depuración. Primero pasa a través de un pre-tratamiento que elimina los residuos sólidos, la suciedad más gruesa, la que se quita con las manos. Superada esta fase, el resto de tratamientos van afinando la limpieza sin necesidad de utilizar productos químicos. El suelo y las piedras depuran; las plantas y los árboles depuran; el aire y el sol también depuran, haciendo que esa gota recupere su viveza, transparencia, brillo y frescura para poder seguir su curso que la llevará al ansiado océano. Así funciona, a grandes rasgos, el proceso de depuración natural.

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Así veo yo a este grupo de gotas que han coincidido en un pequeño recodo del río, que somos nosotros. Todos estábamos contaminados, de una u otra manera, con mayor o menor intensidad. Algunos hemos coincidido a la entrada de la depuradora mientras que otros nos esperaban ansiosos en la salida, retrasando su regreso porque querían compartir el camino con esas gotas que veían venir y que, aunque sucias, no paraban de reír. Había voluntad y miedo pero también valor y paciencia para iniciar un proceso que, aunque largo, tenía pinta de ser divertido y liberador. Ahora, todos estamos en la salida, justo a punto de zambullirnos en el río para seguir adelante con buen humor. Sin embargo hay una gota que se ha colado y sigue sucia. Aislarla no es despreciarla, pero no puede seguir con nosotros porque, entonces, comenzaría a contaminar al resto, porque es la única manera que cree que tiene de no quedarse sola. Prefiere perjudicar al grupo antes que volver a brillar por sí misma. Así de perdida y así de inconsciente es esa gota.

Me encanta mi trabajo no por lo que hago, ni por la empresa en sí, ni por el sueldo sino por lo que representa y por todo lo que he aprendido durante los casi tres años que llevo en ella. Y quiero compartirlo porque no somos conscientes de que no hay nada nuevo que inventar, que todo está creado y que cualquier solución a cualquier situación está a nuestro alcance.

La Naturaleza resuelve todos sus conflictos de manera autónoma. Sólo tenemos que observar e imitar. Tal vez el secreto está en dejar que las cosas fluyan y tener valor para aceptar todo lo que nos acontece, paciencia para hallar una respuesta que nos lleve a una salida y flexibilidad para ser capaces de adaptarnos a las nuevas circunstancias. Al fin y al cabo, todos procedemos del mismo sitio al que volvemos al final del camino, ¿no?

Moraleja uno: es conveniente eliminar la suciedad cada día, no dejar que se acumule.

Moraleja dos: hay que apartarse de las gotas sucias para que no nos contaminen, pero sería bueno que les indicáramos el camino a la depuradora. Si no se van, tenemos que hacer un curso de albañilería para crear un muro de separación y evitar, así, que la suciedad llegue a nuestra casa.

Esta metáfora puede aplicarse a cualquier ámbito y aspecto de la vida presente, pasada o futura, ¿no crees? Decías esta tarde que de todo lo que ha ocurrido te quedas con el hecho de que casi todos pensamos lo mismo y queremos lo mismo, que nuestras percepciones son idénticas. Tal vez sea porque hemos seguido ese proceso natural que sigue un ritmo caprichoso pero que hace que cada cosa esté en su sitio en el momento justo. En ese recodo del río que sólo tiene una dirección: ¡adelante!

Nunca pensé que algo tan transparente como el agua podía encerrar tantos secretos…

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