Casi toda mi vida la he pasado en hospitales, a veces por periodos cortos y en otras (no pocas) por largas temporadas; ahora por razones de trabajo he cambiado de ciudad, por tanto, también de hospital; a decir verdad he estado postergando mi visita a éste, aunque se puede decir que ya estoy acostumbrado a todo el periplo administrativo que supone el nuevo ingreso a un hospital, la verdad es que me resulta también extrañamente ajeno. Tal vez sea una forma poco práctica y lúdica de evadirme de la realidad, pero el día ha llegado y estoy aquí parado (como desde hace una hora) frente al centro médico de occidente sintiéndome como hormiguita en este gran patio que se antepone a la entrada del recinto, con 10 pisos de alto y  de color gris (si acaso el gris es un color) lo cual no me da buena espina.

Estoy trabajando para un periódico deportivo en el área de producción, no me va mal, el único inconveniente es que mi trabajo se desarrolla durante la noche y es un poco raro dormir y despertar el mismo día, por otra parte, a la hora de mi salida que es alrededor de las 4 de la mañana no hay transporte y tomar taxis a golpeado mi economía durante el último mes, por lo que  compré un colchón inflable para dormir un poco en la oficina antes de tomar el camión de regreso a casa, camión que por lo regular tarda media hora y no siempre hace la parada, todavía no comprendo el  porqué.

A pesar de estos inconvenientes me siento entusiasmado; tengo espondilitis anquilosante desde niño y el tener un trabajo, en mi caso, es una bendición, como decía mi abuelita, aunque para ser realistas, en estos tiempos, es una bendición para cualquiera. Por esta misma razón mi vida laboral ha sido muy intermitente y la posibilidad de perder mi empleo, me aterra.

Hoy amanecí en el suelo, y es que el colchón se desinfla de algún lado que no he podido encontrar, llevo así 2 semanas; la jornada estuvo muy pesada, hubo retrasos por parte del área editorial y una de las prensas tuvo problemas en uno de los cuerpos de impresión, en el del cian, para ser preciso, a pesar de todo, sacamos a tiempo todas las entregas con los repartidores, los locales y los foráneos; pero trabajar bajo presión, el estrés vamos, me predispone a ciertos cuadros de crisis, que controlo tomando cortisona.

Por suerte el camión no tardó mucho y apresuré mi paso para subirme rápido, tal vez fue cierta desconfianza de que arrancara antes de subir, lo que me hizo dar una especie de brinco al segundo escalón y entonces escuchar ese crujir que me erizó la piel y me nubló la vista por algunos segundos.

¡Tengo fracturada la cadera¡ Lo sé porque el dolor es intenso y el movimiento nulo al querer subir el último escalón del camión para tomar el pasillo y sentarme en el asiento amarillo preferencial, que está ocupado por un señor que parece estar muerto por la manera en que su cuerpo se derrama en el asiento. Desde ese escalón alcanzo a pagarle al chofer, y desde su lugar, éste alcanza a cobrarme; por lo menos cuento con el seguro (pienso ingenuamente mientras aprieto con cierta esperanza mi boleto).

Recorrí dos cuadras a partir de la fractura en los escalones, cualquiera dirá que soy un vendedor de discos compactos con música mp3 o que viajo de “mosca”…  Una señora pide la bajada por la parte delantera, para mi buena o mala suerte; decido bajarme con ella, mejor dicho, decido que ella me baje, ya que el centro médico esta ya, a una cuadra. Una vez en la calle comienzo literalmente a arrastrarme para llegar al área de urgencias, alguien de cuyo rostro no me acuerdo (la memoria de ese momento es muy confusa y temo estar falseando información) se apiada de mí y  me sostiene mientras alguien más me monta en una silla de ruedas.

Todo me parece ambiguo, quiero creer que no está pasando, que es un mal sueño, pero el dolor es real, a pesar de la cortisona que tomé en la mañana y que traigo siempre conmigo por cualquier cosa, pero esto no es cualquier cosa, lo sé, lo intuyo, comienzo a preocuparme por mi trabajo, por mi familia, otra vez no, otra vez no.

No sé cuánto tiempo ha pasado, ya tomaron mis datos y me dirijo o me dirigen a rayos x, el diagnostico lo sé: fractura de cadera, desprendimiento de prótesis, la solución también la sé: reemplazo quirúrgico de prótesis y aunque soy urgencia me programan para operación en un mes, de mientras analgésicos y reposo, me regresan a casa en ambulancia, ya va conmigo mi esposa que  tuvo que salir de su trabajo, veo en su rostro la preocupación y el desconsuelo y no puedo evitar sentirme culpable, otra vez.

La espera y la incertidumbre son devastadoras; en el trabajo todo está igual, me refiero a que nada se detiene, sigue su marcha esté o no esté yo, quisiera creer que soy indispensable, pero nadie lo es, al menos hablando de trabajos y empleos, todos somos reemplazos, un número más en una nómina dentro de una maquinaria que nunca se detiene; a pesar de la conciencia de esto, me aferro a esa posibilidad de pertenencia y de productividad colectiva que me hace sentir normal.

Estaré fuera de circulación aproximadamente 4 meses a partir de la fractura, no es tanto, o es demasiado; no sé si pueda conservar mi empleo, me dicen que están solicitando supervisores de calidad pero que mi trabajo está seguro en cuanto pueda incorporarme, la verdad no lo sé, he pasado por esto ya en otras ocasiones. Por ahora, necesito tranquilizarme, prepararme para la cirugía, cosa que confieso, también me provoca temor, parece que los hospitales siempre me esperan con sus puertas abiertas, porque saben,  al igual que yo, lo vulnerable que soy.

comic_escala_de_grises.jpg

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus