Birmingham, Alabama. 6 de diciembre de 2011. 5:56 p.m.
Ése fue el momento en el que mi vida cambió. Cambió para siempre y en todo. Ahora eras real, y ahora me necesitabas. Miraba tus enormes ojos y me preguntaba cómo podía empezar a cuidar de ti. Olvidé todo lo leído y todo lo que creía que haría contigo. Sólo sabía que te quería y que por ti lo daría todo.
Madrid, España. 14 de Abril de 2012. 9:45 a.m
Aterrizamos y nuestra nueva vida de tres empieza en España. Empezar de nuevo… Y yo, de cero.
Aprovecho tus siestas para actualizar mi currículum y enviarlo a empresas. Estamos en plena crisis económica, pero he mejorado mi inglés, estudié un máster allí y ahora tengo experiencia internacional. Tardaré más en encontrar trabajo, pero espero encontrarlo.
Espero y desespero. Han pasado varios meses y casi nunca llaman. Tú sí me llamas, a todas horas y de todas las formas. Te veo crecer a diario, siempre contigo menos un rato por la mañana, cuando vas a la guardería para tener donde dejarte si a mamá le sale al fin una entrevista o un empleo.
Ya andas y corres. Yo también corro por Madrid con un cartel pegado en el coche con mi currículum metido en un código Bidi ¿Funcionará? Este mes hice dos entrevistas, pero en una querían que viajara todas las semanas ¿Con quién iba a dejarte? No creo que aguantara sin verte, de todas formas. En la otra me dijeron que saldría de trabajar a las ocho todos los días, más una hora de camino a casa desde el sur de Madrid… Imposible, la guardería cierra a las seis.
Llega el invierno. Siete otitis llevas ya en dos meses. Así no puedes ir a la guardería. Necesitas mimos y a mamá. Si estuviera trabajando ya me habrían echado de tanto pedir horas para llevarte a urgencias. Aún malito, esos ojazos sonríen cuando me ves y lo iluminan todo. Menos mal que te tengo y alegras mis días, porque cada vez me frustra más pensar en cuánto me he esforzado durante toda mi vida para nada.
Empiezo a pensar que nadie entiende que quiera trabajar. Parece que si no lo necesitas económicamente es pecado querer tener una vida laboral…. Pero te miro y creo que tengo que dar ejemplo. ¿Cómo te voy a decir el día de mañana que te formes, que aprendas y que no dependas de nadie si me ves a mí sin ganar un sueldo y sin aportar nada al mundo?
Entrevista a las siete, el puesto promete. Piden un ingeniero con experiencia en logística y está a media hora de casa. Me recibe una mujer de Recursos Humanos; quizás eso ayude.
Pues no. Después de una hora contándole mi vida laboral en inglés llega La Pregunta: “¿Y qué haces por las tardes un día normal?” Se ve que ir contigo al parque a jugar con la arena no era la respuesta correcta. Me recomendó “amablemente” que te cuidara unos años y que ya, mejor, buscara trabajo cuando crecieras.
Tu segundo cumpleaños y mi segundo cumpleaños desempleada. Trabajo mucho, de verdad. Sin salario, sin cotizar a la Seguridad Social, pero no descanso. Tú estás que no paras, moviéndote por todas partes, durmiendo poco y comiendo menos. Yo delego lo que puedo en tu padre, aunque después de trabajar bajo presión todos los días hasta las diez no llega con demasiada paciencia para ti.
Tu abuela me ve desesperada y trata de animarme con reportajes sobre mujeres en mi misma situación que han salido del bache, o no. En uno de ellos creo encontrar una empresa más respetuosa con la famosa “conciliación familiar” inexistente en este país, por lo que mando una vez más mi currículum por si hay suerte.
Me llaman, hago un montón de pruebas, dinámicas de grupo, test, entrevistas personales y finalmente me ofrecen un trabajo de veinte horas semanales para trabajar reponiendo cientos de productos de cinco a nueve de la mañana. ¿Qué hago? Por un lado es el primer trabajo que me sale en dos años y por el horario tu padre estaría en casa para cuidar de ti… Por otro, me da vergüenza acabar sólo de reponedora después de tanto estudiar y trabajar…. En fin, el caso es empezar. Lo cojo.
Tres meses viviendo al revés. Dormir de día las horas que tú me dejas no es descansar, pero parece que mi esfuerzo está mereciendo la pena, mi jefe ha visto mis ganas y me ofrece un puesto de oficinaen horario de mañana. Mismas veinte horas y mucho más estrés y responsabilidad, pero algo es algo.
Nueva jefa bastante diferente al anterior, creo que los que tenemos hijos no le gustamos, será que ella no los tiene y que ha tenido que actuar asumiendo un papel masculino para llegar a donde está. Está claro que no cuenta con ninguna de nosotras.
Gano un premio internacional de ideas en la empresa, cinco ganadores entre más de 650 participantes y una soy yo. Subidón. ¿Cambiará mi suerte?, ¿me aumentarán las horas y tendré un salario digno después de dos años? Viaje a la central, entrevistas, discurso en inglés para explicar mi idea a miles de compañeros, colaboro en el diseño del producto… Y la envidia.
No te hagas ilusiones, aquí no necesitamos ingenieros y queremos gente con flexibilidad horaria. Nada va a cambiar. Sigues con veinte horas dos años más y te paso al almacén externo a cargar mercancía pesada para los clientes.
¿En serio?
Por eso, mi niño, cuando te promocionen en tu trabajo sin tener experiencia por ser hombre, veinteañero y sin cargas familiares y a tu compañera no, no te calles. Acuérdate de mí cuando tengas una hija con unos enormes ojazos mirándote y pienses en su futuro, cuando me veas anciana con una mísera pensión porque lo dejé todo por cuidarte y cuando tu mujer decida marcharse a trabajar fuera porque aquí, ya lo sabes, no hay sitio para ella.
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