Me he cruzado con un señor de abrigo negro elegante. Funda de guitarra y guitarra imagino, colgando al hombro. Iba limándose las uñas por la calle. Al volver a subir a la acera, pensaba en ese detalle. Para un guitarrista, las uñas son importantes.
Está amaneciendo y la imagen no deja de ser curiosa. Es una manera, como otra cualquiera, de ir aprovechando el tiempo mientras caminas. Hoy es un día semifestivo, los niños no van a la escuela. Algunos trabajamos, otros no. Las calles están poco transitadas ahora, esta tarde será un hervidero. La noche de la ilusión y la magia, llegan los Magos de Oriente.
Hay una señora a unos metros delante de mí. Lleva un canasto de mimbre en el brazo y unas flores de plástico de diadema en el pelo. Las ropas son de colores llamativos y digamos tiene, una mezcla de casa de la pradera y mujer al borde de un ataque de nervios. Yo estaba concentrada en no pisar los charcos sucios de entre los adoquines, y ni siquiera me hubiera fijado en ella, de no ser porque, de repente, se ha dado la vuelta y ha empezado a gritar.
<< ¡Mírate la cartera hijo de puta! >> . Y cosas por el estilo. Al mismo tiempo que gritaba y andaba, se torcía para mirar hacia atrás. Sólo estaba yo, caminando en su misma dirección. El objeto de sus insultos lo habíamos dejado detrás. Era un hombre tranquilo, que simplemente consultaba su móvil a paso lento. Y a ella, al parecer, no le gustó. El del móvil ni se inmutó ante los berridos y continuó a su paso con su vida virtual. Ella no se rindió, pero claro, estas calles son estrechas y en la torcedura lo perdió de vista, por mi culpa, que estaba justo en el medio, así que me declaró culpable de encubrirlo.
<<¡ La tipa esta. Que no me deja verlo ! ¿Lo tapas queriendo eh ? >>.
A unos pasos más adelante, se paró en la esquina, al lado de la papelera, para mirar a gusto y seguir insultando, ora él, ora yo, la cómplice. Al pasar a su lado se me quedó mirando.
Yo solté un ~ Buenos días ~.
Ella un ~ Vete a la mierda ~. Muy digna, y siguió a su bola.
Me hizo reír, sonó muy sincero la verdad.
Antes de llegar a mi destino, me crucé con dos personajes más. Uno de ellos estaba hablando con su paraguas, la conversación parecía bastante animada. El otro, más adelante en mi ruta, iba con una vieja bolsa azul. Cargada hasta los topes, tarareando canciones en un idioma incomprensible. Era grandote, fuerte, con una cabeza redonda pegada a los hombros, sin cuello. A plena luz del día, parecía inofensivo.
En días laborables, cuando llenamos las calles de trajín y prisas, correteando de un lado a otro, con coches y lugares, a donde perder nuestro tiempo, estos personajes pasan desapercibidos, se camuflan en nuestra sociedad reglada y nadie los ve.
Se define la locura como el comportamiento que se aleja de las normas establecidas. Y al margen de las explicaciones médicas, el proceso para llegar a, sigue siendo un misterio. ¿En qué momento y por qué, una persona vive en su mente? ¿Es un error de fábrica ?. Nuestro cerebro, de repente ¿no conecta bien el engranaje de sus neuronas? O es una decisión nuestra. La situación te supera, no puedes o no quieres aceptar tu entorno, lo que vives, te cortocircuitas y decides dejarlo así.
Hay enfermedades mentales, que con un tratamiento adecuado, consiguen que la persona afectada pueda convivir con lo que llamamos la “ gente corriente “. Hay otras, que por desgracia aún no se encontró la cura. Estas sí que son, en verdad, un mal funcionamiento de nuestro cerebro, como cuando te falla un pulmón o un corazón ( el órgano, no el metafórico, que si no, no acabamos).
Luego están las locuras transitorias, las que, si las vivimos desde fuera en un familiar o amigo cercano, asusta. Por falta de medicación o exceso de ella. Por una tragedia repentina o una alegría insuperable. O porque ya no puedes más, y te da la gana desvariar y punto.
Si te toca a ti, ni te enteras porque estás en el agujero y palante. Si lo estás viviendo desde fuera, sólo esperas que se pase pronto. Lo curioso es, que en estos momentos, algo queda, me refiero al loco, porque al que le cayó el marrón, le queda impreso a tatuaje vivo. Cuando ya por fin vuelves a la cordura, y la desorientación se desvanece, quedan restos del naufragio. Llegas a discernir, en los rostros de los que te rodean, que algo no ha ido bien. Intentas poner orden en las palabras mezcladas, que acuden a tu cabeza, y finalmente, te rindes a averiguar si fue un cruce entre la realidad y un mal sueño. Aceptas las caras de alivio, las palabras inconexas y a dejarte guiar hacia la “ normalidad “.
Hay locuras más aceptadas como la de los genios, pintores, poetas malditos…
Las hay, que mejor no existieran nunca. Monstruos sacados del sin sentido. Demonios sueltos.
Luego están los invisibles, los que en una mañana desierta, como la de hoy, brillan con su propia luz.
Y nosotros, los locos de a pie, los que nos llamamos cuerdos, por saber cruzar un semáforo…
Y cada uno arrastra su caos interno como puede, y cada uno es libre de lidiar, amar, aceptar, luchar o dejar ir, con lo que tiene.
Mientras tanto, el hombre sigue siendo un enigma para si mismo. No hay animal más sociable, que acumule tanta soledad.
Cada individuo camina solo en su yo, con lo no resuelto.
FIN.
( Dibujo a lápiz de Dan Cretu )
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