A veces ruidosa, a veces quieta, pero acogedora.
Hace más de un año que llegamos a vivir a este lugar y para mi vivir significa recorrer con la mirada todo el entorno, lo que más puedas apreciar, porque de eso se trata la vida, así como estás rodeada, así actúas y… te enfrentas a la vida y esa vida así te trata, ya no son las plazas de antes, ahora son más públicas, ella acepta a todos. Las antiguas no, eran plazas exclusivas.
En unas de esas miradas me di cuenta de lo que tenía justo frente a mis ojos una Plaza y la destaco, porque es linda, limpia, amplia, con sus áreas verdes con su pequeña cancha, con caminos que alrededor tienen árboles de naranjos y lo máximo, es disfrutar primero del aroma de azahar y luego ver los frutos, van creciendo, el vecino que la cuida es minucioso como si fuera su hija pequeña, la regalona, regando por aquí y por allá, que la vida que posee, no se le escape.
Esta Plaza tiene vida propia, los fines de semana está llena de diferentes personajes, niños que van con sus familias a jugar un partido de fútbol y tratar de poner unos goles en el arco rival, otros más pequeños que en los juegos infantiles tratan de desafiar la gravedad, los solitarios que sacan de paseo a sus mascotas y disfrutan verlas correr.
en uno de sus lados tiene locales comerciales, destaca una botillería ,la cual es muy concurrida en las noches, cuando ya se acaba una semana de trabajo, otros cesantes, llegan a comprar y a beber sentados, desafiando horario y también a la ley, elevando las voces como si no fueran escuchados, llenando de alcohol sus estómagos de una manera de escapar del tedio tratando de olvidar una semana intensa, en la quietud de la noche los miro escondiendo sus rostros, puedo apreciar ese respiro que da mi Plaza después de un fin de semana muy agitado.
Efectivamente, cruzo la calle y la contemplo, libre de ruido, libre de bebedores, libre de niños, libre de vendedores ambulantes, llena de vida, porque ella se nutre de la vida de quien recorre sus senderos y sus pastos tiernos que acarician suavemente los pies, en una época estival donde el viento veraniego recorre tu cara acariciando cada forma de ella.
A solas existe la complicidad de entregar esa información, porque parece que espera ansiosa, las miradas desde la ventana, o mis paseos nocturnos para que comiencen a flotar en el aire todos sus cuentos, sus vivencias.
Lo que escuchó, que la entristeció, porque fue más feliz. ¿Porque siento todo esto?, es porque al parecer me esperaba, sabía que pronto llegaría alguien, que la miraría con los ojos que nadie la a mirado y la tomaría en cuenta todo, quien la recorre disfruta, pero sin saber que ella toma de todos una parte y la guarda para sí. Me esperaba, sabía que llegaría su cómplice, yo, «Aralia » lo sabía.
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