¡Joder! 10:17h. No ha sonado la alarma. Salto de la cama cegado por la luz que entra por mi ventana y distingo una silueta en el edificio contiguo. Las fincas de La Barceloneta están tan próximas que dan la impresión que si uno extiende el brazo podría tocar a quién esté del otro lado. Quizá mi vecina (o vecino, que sin gafas no veo un carajo) me esté saludando o me dirige una mirada cortés. Por si alguna de mis hipótesis es cierta le sonrío, tanteo el cajón y encuentro las lentillas.
En diez minutos estoy listo y salgo bajando las escaleras de dos en dos. El bicing del Carrer San Carles está vacío, suelto un bufido y corro hacia la Plaza Pau Vila. La cabeza me retumba y tengo retorcijones en el estómago, espero que quede alguna bici disponible, y que funcione, claro.
10:40h, cincuenta whatsapps, no respondo. Me tomará bastante encontrarme con mis amigos en la zona alta. Cogeré los ferrocarriles catalanes en Plaza Cataluña, será la manera más rápida de llegar allí.
Llego sudoroso y me siento un rato en el balcón del piso, de mi recién adquirida amiga pija de la Calle Ganduxer: Mar, introvertida, menudita, con tetas pequeñas, cara redonda y labios carnosos. De carácter apacible y callado, pero cuando da rienda suelta a su humor ácido me hace sonreír… y reír.
Parece un poco pedante cuando habla del “exclusivo negocio de sus padres en Rambla Cataluña”, pero he de reconocer que me atrae. La he visto en unas tres ocasiones, y cuando no va vestida rara y se saca todo el maquillaje con el que se embadurna la cara, gana bastante.
Son las 12 y hace bastante calor; bajamos a la piscina. Mientras la observo desvestirse recuerdo las preguntas que me hizo cuando estaba de bajón por haberlo dejado con mi novia. Me preguntaba si era cierto que era mayor: Le respondí que sí, que tenía cuarenta años y un hijo. Comentó sarcásticamente: “imagino que debe ser diferente acostarse con una mujer mayor, no?, la piel y el cuerpo debe cambiar mucho de los treinta a los cuarenta”. No dije nada, la verdad que mi ex no tiene nada que envidiarle a una de treinta e incluso a algunas de veinte.
Me ha sorprendido que Mar llevase tanga, hacer topless es normal, pero en general aquí existe un pudor ridículo con el culo. No podía apartar los ojos de ese culo respingón, redondo como una magdalena, y claro que se notaba que era más de diez años menor que mi ex. Qué piel más rica, ¡qué ganas de pegarle un mordisco!
Acabamos medio borrachos en “La Bombeta”, y de allí caminamos por las estrechas calles por las que me gusta deambular, zigzagueando y riendo. Nos comimos a besos y cuando el deseo no nos dejo más opción que bucear dentro del otro, terminamos lamiéndonos como perros y penetrándonos salvajemente entre contenedores de tapas marrón y gris de La Barceloneta.
CALLE DEL RECTOR BRUGUERA, BARCELONA
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus