Guadalupe Montenegro 1528

Guadalupe Montenegro 1528

Belin Villasante

05/04/2016

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Ese fue mi domicilio de niña, era una calle casi en el centro de la ciudad a media cuadra de una de las avenidas  más transitadas de los años 60´s. Una calle gris, llena de casas y una avenida llena de coches y camiones en una ciudad de provincia.

–¡Niños! ¡A vender, traigan la mesa las sillas y recojan las guayabas de la huerta!

Creo que tenemos algo de sangre judía, nos enseñaron a trabajar y comerciar desde niños.

 En la casa no podía existir el aburrimiento y menos la ociosidad,  ese término rayaba en lo negativo. El descanso era para los flojos y “desquehacerados”.

Nuestros padres tenían un don  para inventarnos trabajos, actividades y oficios, mejor aún que fueran “productivos”.

A los 5 años nos convirtieron,  a mí y mis hermanos en  “marchantos” de guayabas, gritábamos al unísono  para atraer clientes a nuestro puesto  “GUAYABAS”  y los transeúntes curiosos asistían a ver el grupo de niños y saber de qué se trataba tanta gritiza.

Hacíamos pilas de a 5 guayabas, cuatro en la base y una sobre de las cuatro, eran  verdes por fuera y rosas por dentro, porque esas son las mejores, más raras y más ricas, así que se cotizaban más.

Pasábamos media mañana entretenidos con nuestra vendimia, recuerdo haber vendido dos o tres pilas, hacíamos cuentas con los centavos, pero el aburrimiento llegaba antes que los clientes y a los cinco años lo que menos nos interesaba era obtener los frutos de las ganancias, asi que las guayabas terminaban siendo los proyectiles de la batalla campal que se desataba  entre todos nosotros,  nuestro puesto se cerraba sin previo aviso con la cerrada del cancel de la puerta principal  y con la regañadiza de nuestros padres.

Al final volvíamos hacer niños de juegos del patio trasero de la casa.

FIN

 

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