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1950-60

»  Caminas a toda prisa por ese camino pedregoso. Tus compañeros de trayecto, desde la escuela, te miran desafiantes. Ayer, una pelea absurda quedó por concluir. Por su expresión, intuyes que hoy no será un espacio de juegos: al escondite, a la comba, a la rayuela, a las canicas. Ni tampoco de risas y merienda. Aún te queda mucho para llegar a casa. Te sobrepones a cada aviso, a esa sensación de un grupo pisándote los talones, a sus risas sarcásticas. Cada vez es más difícil porque sus voces se diluyen en el aire, pero tú conoces perfectamente esa calle hecha de huellas y cicatrices, y tus pies son ligeros conduciendo tu impaciencia. Como si una sombra empujara tu espalda, miras de soslayo y ves a ese niño que se desprende del grupo con gesto “vengativo”. Se anuncia la noche de invierno en el horizonte, el día va apagando sus velas y el atardecer se convierte en tu enemigo. Inesperadamente se abre un hueco en la maleza y tu grito se confunde con ese leñador imprudente que te da las buenas noches. Empiezas a correr, el miedo te impide avanzar y te ves envuelta con un rebaño de ovejas que cruza el camino. Consigues salir de la manada pero un estruendo en tu cabeza te paraliza. Sientes humedecer tus mejillas. Y lágrimas de sangre riegan tus pies. Rueda una piedra en tu espalda. Y el entorno empieza a dar vueltas…”   

_ Ana, despierta. Son las siete. Prepara para ir a la escuela_  

La voz de su madre a través de la ventana y el tamaño de luz asomando por debajo de la puerta, anunciándole la hora, devuelven a Ana al día y la obligan a desprenderse de sus sueños. Permanece con un ojo cerrado, queriendo retener aquel momento. Desde los corrales, emana «la conversación» que su madre mantiene con los animales. No puede descifrar exactamente si el cañizo que tapa la puerta principal de la casa susurra el vaivén del viento o es un perro callejero entrando y saliendo a sus anchas por el resto de la casa. Su habitación es la única que cierra con llave, y que comparte con sus padres. No le es fácil arrancarse de aquel colchón hecho de lana de oveja, y que con el tiempo ha adoptado la forma de su cuerpo,  hundiéndose en él como una caja a su medida. Pero un fuerte dolor en la cabeza, la hace reaccionar: ¿¡ Creía que solo había sido un mal sueño¡?

 

 2016  

Ana y «ese niño» (ya mayores) rememoran, entre tintes de humor y nostalgia, con sus hijos y nietos, las casualidades de su vida juntos y las peripecias de esa época austera en su barrio. Sin electricidad u otras comodidades; cuando la vida circulaba prácticamente en la calle todo el día. Les borraron la senda de sus vivencias (ahora ordenada en edificios, avenidas, vehículos, tecnología…) y, con ello, aquellas arriesgadas aventuras. Pero, surgieron otros “peligros”…

FIN

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 C/ VICENTE SERRA (IBIZA)

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