La reina del mercado.

La reina del mercado.

Pablo Núñez

03/04/2016

Con su sonrisa desdentada y un carro chirriante del que cuelga un manojo de perejil mustio, Enriqueta pasea cada mañana por el mercado de la plaza del Altozano; el de Triana; el de toda su vida; en el que jugaba cuando era una niña; en el que vio por primera y última vez a su padre después de lanzar una amenaza incierta que quedó enredada en el aire; por el que paseaba con su madre cuando tenían la tienda de ultramarinos al lado de la puerta que saluda a la calle Castilla; la tienda que desapareció en un infausto incendio, que un juez trasnochado determinó que no fue provocado, aunque ellas sabían de quién era la mano que había encendido la primera llama. 

En la entrada está la panadería de Mariano que le da un sonoro buenos días, mientras le acerca una barra de pan. Juan, entre un río de clientes, le mete en el carro una bolsa con naranjas. Andrea recibe un sinfín de enhorabuenas y, al verla, en vez del habitual paquete de salchichón, le regala uno lleno de caña de lomo: acaba de estrenarse como abuela y quiere que Enriqueta celebre su alegría. José le prepara un saquito con garbanzos, traídos de su pueblo que, como siempre pregona, son los mejores del mundo. Salvadora, al ver el saco, lo completa con una bandeja repleta de tocino, jarrete, pollo, morcilla, chorizo y un hueso de jamón. Antonio, el cocinero del bar, coge todos los ingredientes y la emplaza para mañana. Le besa la mano y le dice en voz baja: «Te voy a preparar un cocido que no se lo va a comer en su vida ni el rey».

Al pasar por mi tienda, la última que visita antes de volver a la pequeña habitación donde vive gracias a la aportación mensual que le hacemos entre todos al casero, y en la que él también pone su parte correspondiente, le entrego una tarta empaquetada con un papel turquesa y atada con un lazo dorado. De sus labios sale un hasta mañana acompañado de una mueca de agradecimiento. Soy el único que sabe cuándo es su cumpleaños; el único que la mira con los ojos entornados, intentado ocultar mis sentimientos.

Por las noches, me desvelo pensando en ella y me levanto para seguir escribiéndole la carta de amor que empecé hace más de dos años, y que nunca sé cómo terminar.

 

FIN.

 

MERCADO DE TRIANA. PLAZA DEL ALTOZANO. SEVILLA.

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