He sido consciente de lo que  verdaderamente era estudiar apenas hace unos años y ya tengo casi medio siglo. Me refiero al sentimiento verdadero de estudiar, de hacerlo con verdadera emoción, esa que va encaminada  hacia una meta y que contiene un gran “por qué”.

Entonces quizás no estaba preparada para aprender con ese estímulo que te eleva cuando entiendes lo que lees y como lo entiendes lo recuerdas y tras el recuerdo, lo utilizas en la vida, en el dia a dia. Quizás entonces se esperaba de mi  algún otro objetivo que nada tenía que ver con el conocimiento que se adquiere para ser una mujer de carrera. Quizás aún no estaba preparada para decidir y hacer lo que  yo  creía.

Me consta que fueron muchos los momentos desaprovechados y me consta sobre manera, lo privilegiados que somos los que podemos estudiar y optar  a conocimientos distintos a aquellos con los que nos educan, esos que van con el pack familiar y sus creencias.

Recuerdo castigos en soledad en los largos pasillos donde Dña. Antonia nos sacaba a pasear y que más tarde, me hicieron poseedora de esa experiencia que nos idolatra a los ojos de las demás, de otras menos arriesgadas en conflictos.

Hubo muchas lecciones obligadas a aprender, clases impartidas de pensamientos obligados de un régimen estricto y severo. Rezos de interesada creencia en un Dios que no es único sino que está en todos los corazones.  

Había que  hacer las cosas “como Dios manda” aunque ahora se que DIOS no manda, sino que acompaña.

Pero también fueron muchos otros los ratos, llenos de risas y trastadas, que traían la unión y el compañerismo. Gritos de júbilo a la salida del colegio gritando un ¡hasta mañana! a la mejor amiga de la clase.

Chillidos nerviosos, al dejar las aulas, cual animales liberados, presos de un ataque a ir a jugar, corriendo a esa Plaza Española, donde mientras las madres preparaban la merienda, nosotras dábamos rienda suelta a la imaginación y como no, a la imitación de alguna  profesora.

Luego tras la merienda, las golosinas pertinentes de aquel bendito kiosco, en la misma plaza.

Son muchos los ratos que me acerco al edificio gris, ese que un día me ayudó a dejar el miedo en un rincón y con el que empecé a conocer cómo se manifestaba la vida. Donde admiré a  personas que sin duda forjaron mi carácter. Donde agarré fuerza y coraje para no dejarme vencer por ideas que no fueran  propias.

Recuerdo aquellos años una veces con alegría y  otras también con tristeza,  aunque en ambos casos tranquila. Se que todos tenemos  un camino a seguir que va marcado por las decisiones que tomamos y lo que fue, bien hecho está y si no fue así, ya corresponde al pasado.

“Si pudiera volver atrás” ¿cómo actuaría?

De nada sirve contestar ahora, la experiencia en este momento radica quizás ahí, en el punto de partida.

FIN

CARRER ALBEREDA, 2 –HOSPITALET DE LLOBREGAT (BARCELONA)

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