Involucrarse en cada situación vivida de personas con familias vulnerables y sentir cada necesidad como una oportunidad para recuperar la dignidad humana, recuperar memoria ancestral, recuperar soluciones primarias, sencillas y simples de nuestros ancestros, mantener respeto a la naturaleza y a nuestros semejantes, gestar economía familiar «verde» (plantas) y «azul» (agua), sentir la tierra como proveedora de comida, nutrición y salud, alimentarse con lo que produce nuestro territorio, cultivando semillas ancestrales propias de la región. El sueño se fue haciendo realidad. Los días cuando no se restringe el uso del carro particular, se arma el viaje hacia aquella zona del sur de Bogotá, una vez se aprovisiona con el desayuno y prepara la bebida natural con te verde para mitigar la sed, sale raudo por esas avenidas desordenadas e indisciplinadas, recorre mas de 27 kilómetros hasta llegar al barrio El Paraíso, que ironía, la ilusión de unos pocos que también recibieron educación católica les llevo a nombrar este pedazo de territorio como aquel que citan en la creación del «hombre», que de paraíso no tiene sino el nombre. Para llegar a la cima de esa cordillera donde se encuentra, se sube a mas de 2.800 metros sobre el nivel del mar, frío intenso, vientos escalofriantes, la tala de arboles lo hacen ver y sentir como el mismísimo infierno ardiente, pero de frío y desolación arbórea, heces de perros por doquier, basuras tiradas en las aceras y calles deterioradas, gente con caras tristes, casi siempre de prisa tratando de conseguir el sustento diario, ah, por que así viven, al día. Los pocos que trabajan ya desde las 4 de la madrugada salieron del barrio a vender su esclavitud diaria, a esos se les llaman privilegiados, los demás quedan deambulando por las pocas calles, rebuscando quehaceres para «ganar» dinero y así no morirse de hambre. Sin embargo su vestimenta no es paupérrima, están de moda, por que a menos de 800 metros mas abajo consiguen las imitaciones de la ropa «inn», ah, y comen hamburguesas, perros calientes y demás fritos de la gastronomía importada, nada de frutas ni verduras, eso es para los animales del campo, eso dicen convencidos, casi todos con un dispositivo móvil, por que hay que estar comunicados con «todo» el mundo. Si se les pregunta Cómo están?, siempre le dirán, que BIEN. Esa es una norma cultural, siempre estar bien, aunque no sea así. Llegar al barrio es una odisea, entran las personas, pero la señal de la telefonía, no. En cada casa de la calle principal existe un negocio, ya sea tienda, miscelanea, panadería, restaurante, asadero de pollos y de carne, hay por lo menos una docena de señoras madres cabeza de familia, asando «arepas» y vendiéndolas, claro esta. Todo se vende y uno se pregunta: de donde sale el dinero para comprar toda esa comida?, hum, eso lo ira averiguando a medida que se unte mas de esta porción de pueblo, que con tantas necesidades el gobienro dice q es el pueblo mas feliz del mundo.
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