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«Cuando vas a venir a tomar unos mates, Valeria?»

En esa invitación ambas sabemos que nos disponemos la una a la otra. El tiempo se detiene. Los años de vida que nos distancian parecen esfumarse a medida que hacemos circular el mate.

En el jardín o en la cocina nos tomamos esos dulces mates empalagosos y la magia de lo cotidiano comienza a fluir. Cada palabra, las miradas, los silencios de ese encuentro, encienden el hechizo entre las dos. Ese que nos une, María, vaya a saber desde cuántas vidas atrás.

Yo te cuento de mi presente, de mis amores y desilusiones…y parecieran que fueran tuyos…tu rostro ilumina felicidad ante alguna nueva esperanza de amor, así como te invade la pena cuando el amor desespera, angustia y vuelve a morir.

Yo hace muchos años que vivo en una ciudad frenética, loca, desesperada por el consumo, que pareciera devorarse la vida en cada paso…y vos, en tu querido pueblo pequeño, tranquilo, quizás un poco aburrido para mí…

Ansío la calma que te dieron tus años y tu vida reposada. Vos, la juventud de mis historias cargadas de resurrecciones y ocasos.

Veo tu rostro juvenil, y me veo en él…vaya una a saber cuánto tuyo ves en mí.

Valeria Marani-

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