Tío Honorato, crítico literario.

Tío Honorato, crítico literario.

“El noventa por ciento son unos fracasados. No han tenido éxito como escritores. No creas que prefieren el trabajo tedioso de la oficina y la esclavitud de los ejemplares vendidos y de los intereses económicos al placer de escribir. Han tratado de hacerlo y han fracasado. Y ahí está la maldita paradoja. Todas las puertas que conducen al éxito literario están vigiladas por esos perros guardianes, los fracasados de la literatura.” Jack London

Permitid que me presente: Me llamo Honorato Carlos  de Jesús de Todos los Santos.. Mi oficio ¿Debería decir mi “Santo Oficio” a semejanza de la Inquisición?, es ser Analista Literario de Corrección y Estilo. Fritanga para forense de Escritores Nóveles. Vulgo: Crítico literario. Trabajo en la  EDITORIAL PANCETA. Mis deberes son  revisar los cientos  de manuscritos que  diariamente nos llegan de Iberoamérica y  Europa. Soy el  responsable directo de que muchas vocaciones literarias  terminen  trabajando en el Kentucky Fried Chicken  sumergiendo alitas de pollo en aceite hirviendo,  en vez de vivir de la pluma. Yo soy  el último bastión antes de que vean sus obras publicadas. Yo soy la Muralla de Adriano entre la civilización y las tribus  bárbaras de neófitos de  la pluma.  Soy el último filtro. Soy  el Centinela de Occidente. El último obstáculo antes de que cualquier candidato a novelista  pueda publicar en la Editorial que me paga. Un día, en Cartagena de Indias, mientras remoloneaba  en una  Librería, el Gran Gabo  me tocó con su índice en la frente y me  dijo: “No vales una m. como escritor”,  pero tanta mala hiel que puedes ser crítico literario. García Márquez  me tocó en la frente. Y mi vida cambió.

Me dice mi jefe, el Editor, que por contrato hoy  debo escribir  un artículo ¿El tema?   Critica  de  Las relaciones Familiares. Una tema  de raíces humanas, como el diálogo de Clint Eastwood en  Pena de Muerte.  Soy un mercenario de la pluma y deber obliga. Máximo de mil palabras para un Fénix de los Ingenios como yo es pan comido. Me pongo a ello y escribo al lado de mi mujer moribunda, como hacía Dostoievski. Ahí acaban los paralelismos entre el genial ruso y yo.  Intento tirarme a la vecina, como hacía Henry Miller. Tampoco sale la ecuación.  Hastiado,  me pongo a teclear  delante de la Underwood, con la pipa en la boca,  como hacía Faulkner.

 No tengo  familia .Es el peso de la púrpura.  Lo acepto como parte del bagaje de mi Sabiduría. Si fuese mujer me llamaría “Sofía”, por la  sabiduría que emana de mis poros. Meo colonia.  Ese soy yo. Un ser superior que,  si pudiera, me reproduciría por gemación. Como un geranio. Yo soy odiado por los chavales que me  dicen  cosas feas. Yo me solivianto y, como Kavafis, les arrojo piedras y les pido que me dejen en paz.

Y todo es debido a mi profesión. ¿Qué digo mi profesión? Mi vocación. Soy el último de una gran saga de Críticos Literarios. Soy descendiente directo de Don Luis  de  Góngora y Argote. Que rima con cipote. Muchos  así me llaman, pero por lo bajini. No me lo dicen en la cara. Saben que si les  escucho,  su carrera literaria ha acabado y terminarían  excavando la tierra yerma  buscando coltán  en una mina perdida  en el Congo para poder sobrevivir.

Y me tomo en serio mi trabajo.

Hoy procedo a realizar la obducción de una candidata.  Lentamente me pongo mis guantes de hule, mi  delantal de plástico  (no saben lo que cuesta sacar las manchas de encéfalo de mis  camisas), me pongo unas calzas (llevo unos mocasines italianos que me regaló  Carlos Bollero), y procedo a la disección cuidadosa del espécimen. Mi nuca de matarife está perlada en sudor. Me afano  en el despiece. Un fémur por aquí, un epiplón por allá. Listo. Me aplico el pinganillo e inicio el informe.

Hembra. Dolicocéfala rubia.  Selma Heckler. Caucásica de unos 45 años. Presenta una obra titulada “El sofista

Ahora cojo la sierra mecánica. Hago un corte  coronal.  Catarsis brutal. El aparato chisporrotea astillas óseas. La escama del temporal se volatiliza  con un olor que nunca se olvida. Los restos de astillas de hueso  se clavan como  mondadientes en mi traje protector. La visera  de plástico  endurecido en mi cara se  llena de lamparones  sanguinolentos. Los coágulos han saltado al techo. He encontrado una falta orto tipográfica  en la página tres. Esto promete. Observo una calcificación  en la bolsa de Rahtke. Un craneofaringioma. Me relajo: esa tía iba a morir igualmente por el tumor. Eso hace mi vida más fácil.

Sólo con la errata ya me vale para tirarlo  para atrás. Cierro el informe y dejo que los amanuenses  grapen  el cuerpo que yace en la mesa de autopsias.Manuscrito rechazado. 

La palabras son como monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por una. Quevedo dixit..

el_sofista.jpg

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus